Capítulo 23. Objetivos.

15 3 13
                                    

Benjamín.

Me faltaba el aire, no sabía dónde estaba, todo estaba muy oscuro, y lo último que recordaba era haber visto a Cassiel corriendo hacia Teresa, antes de que todo se volviera negro.

«¿Qué había pasado?».

No entendía nada. Nunca, durante todos mis años como limpiador, jamás me había pasado que mis poderes hubiesen hecho que se formaran más entes oscuros. Se suponía que debían desaparecer, y no lo hacían, parecían volverse más fuertes. Y además, no tenía idea de qué era lo que habían puesto en el piso, que no me había dejado escapar de ahí.

«¿Qué podía ser más fuerte que nuestros poderes?».

Mientras cuestionaba lo que que había pasado, fui consiente de que sentía el cuerpo entumecido, y me encontraba tirado en el piso. Pensé en que debía huir de ahí, e intenté moverme. Fui ahí cuando escuché el sonido de unas cadenas arrastrándose por el piso. La luz no era suficiente como para verlo por mí mismo, pero la sensación era innegable. No me quedaba duda de que estaba encadenado de pies y manos.

Mi instinto me llevó a tirar de las cadenas, intentando buscar una manera de escapar. Aunque luego supe que había sido una mala idea. El ruido que había causado había sido demasiado, y en respuesta, escuché una risa venir desde otra habitación. Sabía que había llamado mucho la atención, y por el pasillo se escuchaban algunos pasos.

Me mantuve sentado en el piso, a la expectativa, ya que sabía que de todas maneras no podía moverme. Pronto la puerta se abrió, y la poca luz que entraba solo me dejaba ver la silueta de una chica, que estaba sosteniendo una copa en su mano.

—Así que ya despertaste, dormilón —se burló.

Reconocí su voz inmediatamente, y sentí un asco enorme. Definitivamente, la odiaba, y odiaba tenerla cerca. En lo único que podía pensar era en la pregunta que me había hecho Cassiel cuando le había contado lo que había pasado en el faro. Deseaba volver el tiempo atrás y poder contestarle, para decirle que sí, que Charmeine era culpable.

—¿No vas a decir nada? —preguntó ella.

Tampoco respondí. Ella cerró la puerta y se adentró más a la habitación, yo solo miraba hacia el piso, no quería verla a ella, ni a su rostro de autosuficiencia. Me mantuve de esa manera, hasta que pude ver con más claridad el cuarto, y las esposas que tenía en las muñecas y tobillos. Ella acababa de encender una lámpara de gasolina, haciéndome capaz de ver claramente dónde estaba. Me tenían en un calabozo.

—¿Qué ganas con tenerme acá? —pregunté.

Ella sonrió, y aquel gesto me causó aún más repudio. Ya que era la típica sonrisa que usaba para conquistar a cualquiera, y lo que más me daba rabia era que, tal cuál como ella lo había dicho, yo había sido uno de esos «cualquiera» en su vida.

Ella no pareció notar mis gestos de disgusto, o si lo había notado, no lo hizo ver. Simplemente continuó hablando, y respondió a mi pregunta.

—Gano más de lo que te imaginas, sin duda —fue todo lo que respondió.

Luego de aquella declaración, que para mí no tenía nada de sentido. Observé que le dió otro sorbo al líquido en su copa, acto seguido, se soltó el cabello, dejando a la vista su característica melena rubia. Yo sabía bien que estaba haciendo, Charmeine estaba intentando usar sus atributos contra mí, como estaba acostumbrada a hacer. Lo que no entendía era qué quería lograr, ya me tenía ahí, atrapado.

No había notado que hasta ese momento yo no había respondido nada, mis pensamientos iban a mil y no me dejaban decir ni una palabra aún. Ella continuó hablando.

Él es un ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora