Capítulo 3

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Cuando oí esa hoja sentí absoluto pavor. Pensaba que ya estaba jodida, que habían seguido a Bill y ahora tendría que volver a aquel cuarto sin ventanas en el que me habían encerrado durante dos semanas.

Levanté el cuchillo dispuesta a clavárselo a quién fuera, pero me quedé sin aire al ver a Daryl de pie analizándome.

Lentamente guardé el cuchillo y me volví a sentar, ignorándole.

— Quiero estar sola— le dije, pero él no me dejó sola, así que me giré para encararle—¿Tienes miedo de que haga algo para joder a tu comunidad?— no respondió, cosa que me cabreó más—. Por si no os ha quedado claro, estoy sola. No os voy a hacer nada, no entiendo porque mierdas sigues siguiéndome— ya estaba empezando a perder los nervios.

Para ese punto estaba sintiendo mi corazón acelerado, demasiado diría yo. El hombre no hizo nada, solo dio un paso hacia delante. Sus ojos azul oscuros mirándome como si me entendiese pero no pudiese hacer nada.

— ¿Quién era ese hombre?— preguntó con ese tono receloso.

Yo abrí la boca, sorprendida, no me lo podía creer. Me llevé la mano hacia la cabeza y empecé a masajearme el cuero cabelludo, intentando aliviar mi frustración. Había salido tan rápido de la casa que ni me había molestado en pensar que pudiera estar siguiéndome. Me sentí completamente inútil. Quise contestarle bien, pero mi mal humor era mayor que todo mi sentido de la razón.

— Uno de mi grupo, les acabo de decir donde estáis para que os vaya a atacar mañana— respondí haciendo que se agachase hacia mi y me acorralase entre su cuerpo y el tronco de mi espalda.

Pude ver en sus ojos que no se iba a andar con rodeos, que esas bromas no eran bienvenidas con él.

— Quiero la verdad, Charlie— gruñó—. Y como sea esa, te juro que te voy a matar ahora mismo.

El tono en el que lo dijo me hizo comprender que lo decía totalmente enserio, pero aún así levanté la cabeza, apretando la mandíbula y me acerqué a él, mezclando nuestras respiraciones.

— Ya te dije una vez que no tenías que preocuparte por mi, no lo diré dos veces.

Sus ojos y los míos luchaban entre ellos. Ambos cabreados. Tuve ganas de pasar mis manos por su cuello y estrangularle. Le debería de haber matado en el mismo momento en el que le vi fuera de la casa como un puto psicópata.

— Estoy confiando en ti al dejarte con vida— gruñó— ¿A caso no te parece suficiente?

Me reí sarcásticamente, no me podía creer lo que me estaba diciendo.

— ¿Crees que tú me estás permitiendo vivir a mi?— acerqué la mano hacia él con intención de quitarle un mechón de la cara detrás de la oreja, pero su mano agarró con fuerza mi muñeca, sonreí más y ladeé la cabeza—. Cariño, soy yo la que te está permitiendo merodear por su lado.

Él levantó una ceja, como si no pudiese creerme, así que en un movimiento rápido y aprovechando qué él estaba de cuclillas para hablar conmigo, le hice perder el equilibrio, rodamos uno encima del otro y con toda la fuerza que tuve le dejé acostado en el suelo, con mi cuchillo en su garganta y yo sentada encima de él. Era una posición algo sexual.

— Mátame entonces— dijo levantando poco a poco la cabeza, yo fui echando el cuchillo hacia atrás para no hacerle daño. Entonces el quedó incorporado y yo sentada en su regazo, con las piernas detrás de su espalda. No pude evitar sentir algo dentro de mi, haciendo que me ruborizase—. Hazlo— ordenó.

Yo me quedé mirándole a sus ojos azules, esa posición me estaba poniendo nerviosa, así que intenté disimular mi rubor para apretar el cuchillo de nuevo en su cuello. No quería matarle, no podía matar a alguien que no se estaba defendiendo y que encima no me había hecho nada, no podría vivir con eso después. No sé porqué lo hice, pero acerqué mis labios a los suyos, casi rozándolos.

El Fin del Mundo ✶Daryl Dixon✶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora