Capítulo 40

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Abrí los ojos cómo si fuera un día más, cómo si solo hubiese tenido una pesadilla, hasta que me intenté mover. Fue horrible, el dolor que recorrió todo mi cuerpo por solo intentar acomodarme en aquella cama. No tardé mucho en darme cuenta de que era una camilla de hospital, pero no estaba en un hospital, estaba en la enfermería de Alexandria, con Siddiq sonriendo porque ya había despertado. Yo no sonreía, ni siquiera le hice ningún gesto con la cara, simplemente le miré con ojos cansados, intentando recordar cómo había acabado allí.

    Siddiq, con una sonrisa triste, se acercó a mi y tomó mi mano.

    — Hey, Char. ¿Cómo te sientes?

    Pestañeé un par de veces, pensando en la respuesta hacia aquella pregunta. No tardé mucho en saberlo: me sentía vacía, totalmente vacía.

    — Bueno...— el hombre, al ver que no hablaba, miró nervioso hacia otro lado. Tomó aire antes de decir:—. Oye lo siento mucho, Enid y yo intentamos hacer todo lo que pudimos pero... No pudimos salvar al bebé, Char. Lo siento mucho.

    Y me quedé quieta, mirando a los ojos marrones de Siddiq, los cuáles retenían unas lágrimas. Simplemente pestañeé un par de veces, pues ya me estaba acordando de todo. Me llevé la mano temblorosa al vientre cómo un acto reflejo y la dejé caer ahí, pero no dije nada, no lloré, no me moví, ni siquiera cambié mi expresión facial. Simplemente me quedé allí, mirando a un punto fijo.

    Siddiq me empezó a explicar todo el proceso de cura ante un aborto, pero no le hice caso pues ya lo sabía, no hasta que me preguntó si me hacía falta algo. Miré hacia un lado, hacia la silla que estaba al lado de mi cama, la cabeza que dormía tranquilamente apoyada en mis piernas. Puse mis manos en su pelo.

    — Tiene varias heridas en la cara— me explicó Siddiq—. Y hay que darle puntos en una herida del estómago. No me ha dejado curarle, dijo que hasta que tu no despertaras no se dejaría curar.

    Miré a Daryl con el corazón encogido. No me lo merecía, era demasiado bueno para mi. Estaba sufriendo por mi culpa, joder. Miré con ojos llorosos a Siddiq y no necesitó que le dijera nada para irse, dejarme a solas con mi rastreador dormido. Pasé mis manos por su cabello y luego por lo poco que podía ver de su cara. Él lentamente se fue moviendo, algo desorientado, al verme, se tiró a abrazarme.

    Y yo no le devolví el abrazo, pues sus cara era una mezcla de tonos negros, morados, rojos y verdes, de todos los hematomas que se habían formado, de la paliza que le habían dado por mi culpa. Me sentí horriblemente mal. No pude si quiera pestañear.

    — No llegué a tiempo— sollozó, de sus ojos no paraban de salir lágrimas. Se me partió el corazón—. Cuando conseguí ir a por ti ya era demasiado tarde, Charlie, yo...

    — Lo siento— le interrumpí—. Debí de haber sabido que era una trampa, no os debí de haber metido en esto— las lágrimas que amenazaban salir de mis ojos desde que lo vi, empezaron a rodar por mis mejillas—. Hemos perdido al bebé por mi culpa, Daryl. Yo lo siento mucho. Nunca debiste de haberte juntado conmigo, mi pasado me persigue. Estás sufriendo por mi culpa, yo...

    Agarró mi cara, me obligó a mirarle y me besó, un beso salado debido a las lágrimas de ambos, un beso dónde me demostraba que todo estaba bien, que no estaba enfadado conmigo, que no tenía porqué perderle perdón. Apoyó su frente sobre la mía.

    — Me da igual lo del bebé— susurró—. Solo me importa que tú estás bien. Mierda, Charlie, podemos hacer otro. Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿vale? Estar contigo es lo mejor que me ha pasado en la vida, Charlie. Nos encargaremos de tu padre y del gilipollas, volveremos a estar como hace tres días. Y ahora lo haremos bien, si quieres tener otro bebé, lo haremos cuando estés preparada, no por un descuido. Así que por favor, no te martirices.

El Fin del Mundo ✶Daryl Dixon✶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora