Capítulo 45

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Creo que suena raro decirlo, pero después de todo el percal que se había montado con Daryl queriendo matar a Eugene por ser un asqueroso pervertido, dormí mejor que en los últimos días. 

No sé si fue por las risas o porque Rosita se llevó a Eugene muy lejos de nosotros, dándole collejas todo el camino, pero me quedé dormida muy rápido. Daryl en cambio, se durmió enfadado, en realidad, no durmió en absoluto, por eso me sorprendió que a la mañana siguiente, me despertase con suavidad y una sonrisa, diciéndome de ir a dar un paseo antes de que todos se despertasen, de que los problemas empezaran. A veces creo que estamos mejor solos (todavía más después de lo de anoche), es cuando único todo va bien, cuando nadie ni nada se interpone. 

Sé que él piensa lo mismo, sé que quiere volver a aquella época en la cabaña dónde nadie sabía de nosotros, dónde siempre estábamos solos. De hecho a veces me lo mencionaba y yo estaba de acuerdo. La última vez que estuvimos juntos a solas un día entero fue el día que me enseñó la cabaña arreglada.

Dimos un agradable paseo, yo contándole mis preocupaciones respecto a mi hermano.

— Iremos a buscarlo— aseguró—. Si este mes no manda ninguna carta, iremos a por él.

Nadie entendía mi preocupación respecto a mi hermano mejor que él, por eso sonreí ante esa respuesta, le tomé la mano y seguimos nuestro paseo en silencio, disfrutando del día, de nuestra compañía. Había algo reconfortante en no hablar, en simplemente vernos, estar juntos. Disfrutábamos de nuestro silencio. Silencio que fue irrumpido por varios gritos en el campamento. No tardamos mucho en llegar. Fue Rosita la que dijo:

— Han encontrado a Justin y Martin muertos.

Inmediatamente salió corriendo hacia delante, dispuestos a calmarlos. Salvadores gritando a nuestra gente. Miré a Daryl, que apretó la mandíbula. Se subió encima de uno de los troncos, para verlo todo mejor. Inmediatamente, nada más verlo, los Salvadores le dijeron que habían sido él.

— Bájate de ahí— le dije.

Él ni siquiera me miró. Yo, algo cabreada, me acerqué hacia él, le quité la pistola del pantalón, cogí la mía y me abrí paso entre la multitud. Todos se dispersaron cuando me vieron apuntar a los dos bandos con las armas.

— Os relajáis u os relajo— dije—. No quiero disparar— miré a los dos bandos—, a ninguno de ustedes, pero os estáis comportando como idiotas. Todos.

Inmediatamente todos se callaron, se miraron entre ellos, debatiendo si hacerme caso o no. Bajé la pistola en dirección a los míos, pues ya se habían calmado. Simplemente lo había hecho para que no me dijeran que estaba de parte de nadie. Ahora eran los Salvadores quienes susurraban, poco a poco viendo cómo ellos se iban relajando. O al menos eso creí, pero entonces uno de ellos gritó:

— ¡Puede que haya sido ella! Fue capaz de matar a su padre, ¡seguro que los ha matado a ellos también!

Todos empezaron a gritarme, Rosita me tuvo que echar hacia atrás. Las únicas personas que sabíamos realmente lo que había pasado con mi padre eran mi círculo más cercano, los demás no. Le había hecho caso a Hank.

— ¡Cómo alguien le toque un solo pelo le mato!— gritó Daryl haciendo que todos se callasen.

El tal Jed no pareció creerle, pues estiró el brazo hacia mi y justo antes de que su mano siquiera tocase mi hombro, el sonido de la ballesta de Daryl al disparar se oyó. Vi exactamente el momento en el que la flecha se incrustó en su mano de un tiro limpio, atravesándola totalmente, él gritando echándose hacia atrás.

— ¡Primer aviso!— gritó Daryl.

Todos se estaba saliendo de control, creo que nunca me había alegrado tanto de que Rick llegase en el caballo, nos dispersara a todos. En aquel momento me sentí muchas cosas, pero sobre todo: intocable. Y me encantaba.

El Fin del Mundo ✶Daryl Dixon✶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora