Capítulo 10

1.7K 110 20
                                    

Cuando Daryl me dejó en mi cabaña, no me dio ni tiempo de decirle adiós de lo rápido que había acelerado la moto. La verdad es que me lo temía, ahora iba a poner distancia entre los dos, así que no me sorprendí cuando al día siguiente no apareció, ni al siguiente.

Estuve apunto de volver a ir a Alexandria, a ver si al menos lo podía ver de lejos, pero decidí que eso sería arrastrarme y no me daba la santa gana. Además de que me venía bien estar sola, me dio mucho para pensar y aclarar.

No tardé en darme cuenta de que aquel día era uno de los que se suponía que tenía que quedar con Bill. Ya era el segundo desde que le había pedido a Pedro que les dijese que estaba muerta. No pude evitar pensar en cómo habría reaccionado, en si de verdad le había importado tanto como me decía o qué.

Me quité esa idea de la cabeza para salir de la cabaña. Llamé con un silbido a Ardilla, pero no vino. A veces solía desaparecer horas y luego volvía. Creo que se va a buscar a Daryl y se queda con él. No sé si son cosas mías o es de verdad, pero es que simplemente el día anterior había abrazado al animal y juraría que olía como él.

Al ver que no venía decidí ir yo sola. Con mi arco tras la espalda y dos cuchillos en los muslos. La verdad es que uno era de Daryl, se lo había querido dar pero siempre me acababa olvidando.

Caminé hacia el pueblo, más cercano, hacia la tienda de pintura que había visto aquella vez. Llevaba tiempo queriendo pintar algo en acrílico, yo era más de carboncillo que de pinturas, pero no sé que me dio ese día, que decidí ponerme a pintar. Llevaba días con la imagen de un bosque oscuro plantada en la mente, intenté dibujarla en mi cuaderno, pero no había manera, solo se me venía a la mente con pinturas.

Analicé el perímetro antes de entrar, tal y como me había enseñado el rastreador. Luego entré y me puse a meter todo lo que vi en la mochila. Di gracias de que esto no fuera algo básico para la supervivencia, pues la tienda estaba llena. Después de meter todo lo que me cabía en la mochila, miré al caballete y al lienzo. No había pensado en como lo iba a llevar.

Acabé cogiendo el más ligero que había para poder llevarlo debajo del brazo junto a un lienzo. Quería coger más de estos, pero en ese momento parecía una mula de carga, no podía cargar con nada más. Por no hablar de que no estaba segura de poder llegar hasta la cabaña con todo eso, pero bueno, tendría que intentarlo.

Después de mucho sudor y cabrearme todo el rato porque se me iba cayendo todo, acabé llegando a la cabaña. Lo dejé todo en mi cuarto, dónde mejor iluminación había. Me bañé para quitarme todo el sudor de encima y luego empecé con el cuadro.

Después de un par de minutos dando pinceladas sin sentido, terminé levantándome frustrada del sitio, no estaba quedando como quería, así que cabreada me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y empecé a dibujar con el lápiz en mi cuaderno.

Entre la música suave que había puesto y la concentración que tenía en el dibujo que estaba haciendo, no me enteré de que el rastreador estaba conmigo en el cuarto hasta que movió la puerta y Ardilla se tiró sobre mi. Pegué un salto del susto y me llevé la mano al corazón.

— Madre mía, casi me matas del susto, joder— suspiré aliviada de que fuera él.

— No trancaste la puerta con llave— dijo mientras iba a mirar la pintura que había dejado a medias, se quedó mirándola un rato antes de volver hacia mi—. Podría haber sido cualquier persona, tienes que cerrar la puerta.

Yo rodé los ojos, guardé mi cuaderno y me puse a acariciar al animal. Torné los ojos entre él y el ballestero, había venido juntos, lo que significaba que yo tenía tazón.

El Fin del Mundo ✶Daryl Dixon✶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora