Epílogo

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Las noches de verano son cálidas y misteriosas, época idónea para los festivales donde se aglomeran personas para acudir a una bonita noche de fuegos artificiales.

Muchos vestían yukatas tradicionales para el evento, otras meramente iban con ropa casual, Kazuku era uno de esos últimos, quien permanecía charlando con un guardia del evento en la entrada a los puestos de comida.

―Tiene esta altura, es rubio y ojos de color verde ―describió haciendo señales. El guardia asentía anotando las descripciones.

Al bicolor se le hizo más fácil sacar el teléfono y enseñar una foto de su hermano pequeño con apariencia de 4 años.

―¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

―Hace 15 minutos, en los puestos... ―miró de reojo a la estación de dulces, solo fue dos segundos de desviar la vista y el infante desapareció.

En la mano llevaba una manzana acaramelada que el pequeño Kazui le pidió probar, fue en ese instante en que desapareció de su vista entre toda la gente que transcurría por el festival.

―Notificaré la descripción en las otras salidas, no te preocupes, es un niño pequeño, no pudo haber ido muy lejos ―comunicó el guardia en un intento de relajar al joven. 

―No, no me preocupo por eso ―siseó mirando nervioso de un lado a otro.

―¡¿Cómo que perdieron al niño?! ―Se escuchó una voz bramar a su espalda que le hizo encoger de hombros. ―No puedo creerlo, Izuku-kun apenas se ausenta un par de días y ya extravías a uno de tus hijos.

La voz con rabietas reprendiendo era Mitsuki Bakugo, que para ser abuela aún se conservaba apariencia joven. Llevaba puesta una yukata colores rosa claro, a su lado iba su esposo Masaru Bakugo con una de color guindo en juego.

―¿Qué? Si fue tu culpa por decirme que fuera a recogerlos, ustedes con memoria de corto plazo ni recordaban por donde llegar ―reprochó Katsuki, quien a diferencia de sus padres iba con ropa informal, una cachucha y un cubrebocas oscuro para no llamar la atención, pero con esa voz alta molesta lo hacía bastante.

Apenas habían pasado tres días desde que Izuku se fue a una misión al extranjero con Shoto y Tenya. Katsuki se había quedado a cargo y esa tarde saliendo del trabajo su madre le dijo que acudirían a uno de los festivales de verano, que llevara a sus nietos ya que hacía semanas que no los había visto.

―¿Quién tuvo la culpa? ―Bramó la mujer con una mueca y cruzó los brazos.

Tanto Katsuki como Kazuku se señalaron mutuamente a cada lado, posteriormente ambos respingaron indignados de ver como querían librarse de la culpa.

―Tenías que vigilarlo, sabías que iría por los ancianos ―reprendió Katsuki.

―¿De qué hablas? En ningún momento me dijiste que te apartarías, de saberlo me hubiera centrado más en Kazui, ya que todo el tiempo lo llevabas de la mano, ¡Tú eras quien más lo estaba vigilando, viejo cascarrabias! ―resopló arrugando el entrecejo.

―Dejen de querer desviar su responsabilidad ―voceó la mujer señalando acusatoriamente a ambos.

―Lo más idóneo es ir a buscarlo en lugar de discutir por quien tiene la culpa ―intervino Masaru. 

Esa era la respuesta suficiente para clarecer todo, los cuatro separaron entre la multitud.
Masaru acudió en los puestos de comida, Mitsuki en los entretenimiento, Katsuki al área cerca del lago donde en un par de horas iniciarían los fuegos artificiales y Kazuku fue hacia los senderos aledaños en los jardines del templo.

Conforme caminaba el bicolor la multitud se hacía menos, en algunas bancas había algunas parejas bajo faroles de luz y unas cuantas luciérnagas viéndose al fondo de la oscuridad del bosque.

Tengamos un hijo [BkDk MPreg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora