13- Andrómeda

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—¡Arriba! ¡Arriba! —el sonido de ese cetro contra los barrotes me hizo levantarme del susto.

—Oh por los dioses ¡He dormido solo tres horas!

—No necesitas más, despierta de una vez belleza —dijo su voz profunda y sensual.

Me incorpore mirando a ese hombre que por un año ya había aprendido a soportarlo, soportar su rostro frío y con malicia, su sonrisa tan burlona y sus reglas absurdas. Eros... Nuestro captor.

—¿Cuándo piensas liberarnos?

—Pensé que comenzabas a quererme —burló

—Ni en tus mejores sueños mi dios —hice una reverencia burlona y me metí al baño.

En un par de minutos salí y Percy ya estaba ahí sentado en mi cama y ahí fue cuando el año al fin tomó sentido. Percy tenía el cuerpo tan musculoso, era alto, su pelo estaba peinado y cortado, su rostro perfilado y su mirada ya no era como antes con un brillo lindo de esperanza y en el fondo sabía que ni yo ya tenía ese brillo.

—Eros dijo que vayamos a la arena.

—Buenos días hermanito, sí dormí bien ¿Y tú?

—Lo siento Andy —se apenó y me dio un abrazo y depósito un beso en mi frente.

—Tranquilo, vamos.

Caminamos por ese pasillo lujoso y levemente iluminado en un color rojizo.  Al llegar a la arena que parecía un coliseo, ví al Dios preparándose para sentarse en ese trono y mirarnos por casi todo el día.

—Buenos días dormilones ¿Listos para su ronda de hoy?

—¿Hay opción? —cuestioné

—No.

—Ya mero llega el invierno, tenemos un trato Dios.

—Tranquilo Jackson, no comas ansias.

Las puertas se abrieron encerrandonos con unos diez monstruos fácil. Odiaba esto, quería volver a casa. Después de largas horas y varios monstruos, de verdad varios monstruos la noche llegó y Eros se levantó y sonrió. Habíamos vencido nuestro record de tiempo y  cantidad de monstruos.

—Hoy si que me asombraron, será grato enviarlos a casa en tres semanas —dijo y yo miré a Percy con una obvia sonrisa.

—Volveremos —grité y brinqué para abrazarlo.

—Así es Andy —dijo abrazándome con fuerza.

Después de la cena, Percy decidió irse a los prados a tomar aire así que yo fui directo a la enorme alberca que había en una habitación oscura y solo salía luz de la alberca.

Este lugar se había convertido en mi favorito. Extendí la toalla y me acosté ahí mirando el techo intentando recordar cada centímetro del campamento, me daba miedo olvidarlo, olvidar lo que por primera vez se sintió como casa.

—Deberías ir a dormir —su voz no me asombro, solo lo miré.

—Pensé que no necesitaba dormir —burlé y él rio.

—Sí bueno tampoco quiero que te vuelvas una insignificante zombie que se mueve por ahí, quiero una guerrera —dijo y yo me incorporé.

—¿Qué quieres con nosotros? ¿Por qué el secuestro? Sabes que mi padre te matará tan solo nos encuentre ¿Por qué correr ese riesgo?

—Yo sabré manejar a ese Dios pez, lo que estoy creando es más valioso —dijo despejando un mechon de cabello de mi cara con insignificancia.

—¿Qué es lo que se aproxima?

La caza de ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora