Encandilado ante aquel viril fulgor que aquella mujer cortejaba en el, al hacerle sentir lo bienaventurados que eran sus ojos al tener la dicha y gracia de poder admirarla bajo la incandescencia de la luna, se obsesionaba constantemente en arremeter...
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Amarnos es lo único que nos queda cuando cerramos las puertas del entendimiento propio...
Tal parecía que tenías una pesadilla, movias tu cuerpo con incomodidad, ensimismandote con muecas y reproches, viendo por primera vez su ceño fruncido. El ya había vuelto hacia la pared (pura fuerza de voluntad), esperando por el anochecer que no tardaría más de una hora en llegar, despreocupandose por ti, estando cruzado de brazos se inclinó un poco, para poder ver mejor tu rostro y sentir una rara empatía por esa tan característica mueca suya, preguntandose que estarás soñando.
Si bien los sueños eran completamente bienvenidos, Morfeo tenía otros planes referentes a ello...
Recuerdos... una total pesadilla para un demonio bloqueado.
Ante nuestra cuestión anterior, se podría decir que la razón por la cual disfrutabas el sueño era por qué, el innombrable poseía un increíble cero sobre el manejo de los sueños, y el desate del control de tu amo brindaba una tranquilidad inaudita que marginaba tu ser, a palabras de el, te lo permitía por ser buena en tu labor, y no afectaria en nada.
Al contrario afectaba en todo...
Y e ahí la búsqueda de siempre consiliar tu sueño, era un hermoso placer.
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El azabache encandilado por el silencio que aportaba estas horas de la noche, se encontraba enganchado ante la incandescencia de la luna, que buscaba abrirse paso atraves de la puerta, que ahora ya se encontraba abierta, estando impaciente el, por el despertar de la contraria.
Seguía viendo como su espalda bajaba en sintonía a su respiración, la abrumacion que le causó la contraria seguía vigente, su fragancia seguía atorada en la cúspide de su garganta, evitandole percibir olfativamente otra cosa parte de ella. Ante un análisis más certero se propuso a salir al exterior en busca de aire fresco y evitar seguir exusperandose con la misma. Vio como te movias un poco más asimilando que ya ibas a despertar, así que se dispuso a salir.
Dejo de tocar la madera del suelo con sus pies y empezo a abrirse paso en el pastizal (que por cierto bien cuidado) del jardín de donde recidían temporalmente, debido a sus pies siempre estar desnudos; el tacto era único, el pastizal se encontraba leventemente pintado con humedad, gracias al sereno que se suele dar durante las noches, vio sus pies detallando cada pequeño aspecto y resaltó sus uñas con similares diseños a los de sus manos. Una vez alzo la vista vio la luna en su esplendor, cerro sus ojos inhalando el aire puro del entorno, destencionando sus músculos a punto de ensimismarse y perderse en sus pensamientos, para al final exhalar, amando la tranquilidad que tenía en ese instante.