Encandilado ante aquel viril fulgor que aquella mujer cortejaba en el, al hacerle sentir lo bienaventurados que eran sus ojos al tener la dicha y gracia de poder admirarla bajo la incandescencia de la luna, se obsesionaba constantemente en arremeter...
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La vida será hermosa siempre y cuando la mires con amor.
La vida será el barco que debes surcar en tu propia tormenta.
Ama a la vida antes de que ella te empiece a odiar.
Una mujer tendida en la longitud y comodidad que le ofrecía el blandito futon, añoraba los momentos en los cuales ella era capaz de moverse por cuenta propia, caminar por los sedosos pastizales que siempre con esmero se dedicaba a cuidar. Su enfermedad la estaba consumiendo al tope y ni la más elaborada medicina podría hacer algo al respecto. Al final no puedes huir de la muerte, solo puedes verla venir.
Se entristecia con amargura al no poder pararse nuevamente. Extrañaba salir a correr como lo siempre lo hacía y por sobre todo disfrutar los momentos que quedarán grabados en su memoria que pasaba con su hija pequeña. Cual en la actualidad tenía unos 10 años, era una niña divina para ella, despampanaba gracia y no le importaba pasar el ridículo si hacia reir a su madre, por esto mismo ella la apreciaba, sacrificada era pese a su pequeña edad.
Los pensamientos desaparecieron cuando escuchó un estruendo, exusperandola por completo. Se sentó en el futon mientras veía a la causante del ruido, era de esperarse que fuera su pequeña niña, que de una patada abrió la puerta.
-Mami ¡Te preparé el desayuno!- Una niña de cabellos ____ hablo con una sonrisa triunfante traía con sigo ambas manos ocupadas, a fin de sostener la bandeja de madera que traía comida.
-¡Mentirosa, lo hice yo!- Una burlona risa se escapó de los labios de la mujer al escuchar los reclamos de su marido hacia una niña pequeña.
Los amaba a ambos y la cómica situación le daba cuerda a la relación. Un hombre alto y de hombros anchos discutía con una niña que a penas le llegaba a la cadera. Tan cómica era la situación que de un momento le quitó el quebranto a la mujer, ya no podría caminar como antes, pero aquel par le daba la alegría que en ese instante necesitaba. Viendo cómo su esposo le sacó la lengua a la pequeña y reír un poco ante ellos, decidió ya meterse en el asunto.
-Ya... Ya, ambos trabajaron y se esforzaron, eso es lo que cuenta- Hablo llena de bonancia, mientras observaba al par reaccionar ante sus palabras enderezó con mucho esfuerzo su espalda, a fin de tener una mejor postura.
A penas terminó su acción te le acercaste dejando la bandeja de madera sobre sus muslos, ya que era costumbre comer para ella en esa posición. Sentada al lado suyo solo observaste sus manos ásperas tomar la taza en la cual se servía un aromatizante té de manzanilla.
Aquella mujer ya había enfermado varias primaveras atrás sin ser capaz de buscar un médico que la ayude, ya que ante la reacción de la situación ningún especializado sabía que tenía, ni que sería capaz de ayudarla en tan depresiva situación. Pero ella se prometió que sus desganas no serían contagiadas a los demás a su alrededor, viviría hasta donde la vida le ordene con una sonrisa, en estos momentos lo que menos ella quería era ser una molestia.
