CAPÍTULO 15

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La Zona de Entrenamiento está más allá de los límites del jardín de la casa, se encuentra escondido entre los frondosos árboles del bosque, a un kilómetro de la parcela. Los rayos de luz se cuelan a duras penas entre las ramas retorcidas y largas que se enredan sobre mi cabeza. Alexander se encuentra a unos metros por delante de mí.

Tiro de las mangas de mi jersey para cubrirme los dedos con él. Miro al suelo concentrada en no tropezarme con las raíces de los árboles que salen del suelo como manos y trampas ansiosas por atraparte. Me muerdo el interior del labio con nerviosismo. ¿Estoy nerviosa? Me encojo de hombros inconscientemente y miro la espalda de mi acompañante. Los músculos se le marcan debajo de la camiseta de manga corta, ¿tendrá frío? Sacudo la cabeza recordando lo que me contó de la temperatura corporal que tenía y tiene ahora mismo.

Alexander se para junto a un árbol, unos metros más arriba. Aprieto el paso para llegar rápido a su lado y me coloco las gafas con el dedo índice para ver lo que tenemos delante. En esta parte del bosque no hay muchos árboles, ni tampoco matorrales, pero observo un cobertizo de no más de tres metros cuadrados a nuestra derecha. Frunzo el ceño observándolo con atención y un escalofrío me recorre la espalda. No debería confiar en estas personas, no puedo confiar en ellas. Aunque si mi madre le confío mi vida a Alexander... supongo que no puede ser tan malo. Levanto una mano y me quito la capucha de la cabeza. Hace sol, pero siempre suelo llevar algo tapándome la cara. En el instituto me gustaba ser lo más invisible posible, pero aquí es ridículo. Al fin y al cabo nadie me critica en este lugar, no tengo que esconderme. Sin embargo siento la necesidad de hacerlo.

Me miro las deportivas y me limpio las manos en los vaqueros que me ha dejado Catherine esta mañana al levantarme, también me dio una camiseta que me queda algo pequeña, gracias a dios que Óscar me dejó una de sus sudaderas de muy buena gana. Alexander cambia el peso de una pierna a la otra y me mira arqueando una ceja.

-¿Qué?- Inquiero molesta e incómoda.

-Armas o combate cuerpo a cuerpo, ¿qué prefieres aprender primero?

-¿Qué?-Pregunto por segunda vez, incrédula.

¿Armas? ¿Combate cuerpo a cuerpo? ¿Cómo?

Él resopla y se cruza de brazos con impaciencia, lo que hace que me suden más las manos y me sienta más nerviosa y mareada.

-Te lo he explicado ya, voy a entrenarte físicamente, y luego desarrollaremos tu Don... y ahora te estoy preguntando si quieres empezar por aprender a usar armas o a pelear cuerpo a cuerpo, con las manos, las piernas y esas cosas...

Ladeo la cabeza mirando hacia el cobertizo, ahí deben de estar las armas a las que se refiere. Pero lo que me causa más temor es tener que pelearme con alguien a base de puñetazos y patadas. Yo no sé hacer eso. Recuerdo una vez cuando estaba en el instituto que un "abusón" se metió con Meggie, me enfadé tanto que le dejé un ojo morado, pero yo acabé aún peor, además me expulsaron unos cuantos días.

-Hmmm... ¿Qué me recomiendas tú?

Se encoje de hombros y se pasa una mano por el pelo castaño, apartándoselo de la frente y los ojos. Se toma su tiempo antes de responder.

-Supongo que sería mejor comenzar por el cuerpo a cuerpo.- Dice con una sonrisa burlona en los labios.

Trago saliva y me miro las manos, soy un saco de huesos y piel, ¿cómo pretende que me pelee con alguien? Tuerzo los labios y le miro arqueando las cejas. Sonríe y se gira para caminar hacia la caseta. Resoplo y decido ir tras él mientras me meto las manos en los bolsillos de mi sudadera(la de Óscar, en realidad).

Miro al cielo, hace demasiado frío teniendo en cuenta que el sol ya se alza por encima de los árboles.

El cobertizo (o caseta) es de madera, no muy grande como ya dije antes, el techo está recubierto de un plástico duro y negro, parece muy resistente y elástico. La puerta se abre con un chirrido cuando Alexander tira de ella. Dentro no veo prácticamente nada, veo polvo por las paredes y encima de un par de baúles que están contra la pared del fondo. Veo muchas espadas y machetes, también hay carcajes con flechas junto a sus respectivos arcos metálicos, de un plateado muy brillante. Hay una serie de baldas en las paredes, y encima, veo las pistolas, rifles, metralletas... Un estremecimiento me recorre la columna vertebral y retrocedo sacando el pie que había metido en el cobertizo. En mi cabeza resuena el disparo que oí en mi casa minutos antes de ver a mi padre muerto en el salón.

Jadeo y retrocedo a trompicones. Tropiezo con mis propios pies y caigo contra el suelo húmedo y duro. La hierba me roza las muñecas y me escuece la piel. Noto algo dentro de mí que se rompe en mil pedazos y se me clava en la piel como cristales. No puedo reprimir un grito. Algo malo está pasando, lo sé.

-Eh eh, tranquila, no pasa nada.

Me aparto de él cuando se acerca y cierro los ojos.

-No, no... algo malo está pasando...-Susurro al borde del llanto.

Me mira incrédulo y se pasa una mano por el pelo. Mira en la dirección por la que hemos venido y frunce el ceño. Da un par de pasos hacia mí, serio. Me agarra de un brazo y me levanta con mucha facilidad poniéndome de pie a su lado.

-Nada malo ha pasado. Estás a salvo.- Afirma.

Trago saliva. Tal vez tenga razón y se trate de estúpidas intuiciones, tal vez esté perdiendo la cabeza. Observo de nuevo el cobertizo. Alexander ha sacado dos sacos de boxeo y los ha colocado contra la puerta. Ladeo la cabeza y respiro hondo para calmar los latidos de mi corazón.

Me han dicho que mi madre y mi hermana están a salvo, y que no va a pasarles nada malo. Pero hay algo dentro de mí que se revela y me pide que averigüe más, que no me quede quieta.

Me suelto del agarre de Alexander y sacudo la cabeza. Cuando sepa cómo, tengo que coger su teléfono móvio, tengo que buscar algo que me diga qué hacer y cómo. Pero, mientras tanto, voy a intentar convencer a Cath y a los chicos de que soy de fiar, tengo que hacer que confíen en mí tanto como para decirme lo que necesito. Y para esto voy a necesitar a Eli.

Escape al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora