Las cosas que sólo tú entendías.

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- Muchas gracias. - Akaashi hizo una reverencia a la figura femenina frente a él. - Haré todo lo que esté en mis manos.

La mujer le sonrió amablemente, haciendo que sus dorados ojos se escondieran.

- Mi Koutaro… - Hizo una pausa para mirar al mencionado en una esquina de la habitación, con una manta a su alrededor que silenciaba su llanto. - Es un chico muy sensible.

Y es que después del primer ensayo que tuvieron de la obra, Akaashi no podía dejar a Bokuto por su cuenta.
Igual que Konoha y cualquiera que haya pasado por la clase de Keiji, el energético joven se había convertido en una dudable existencia abrazando un blazer con un lindo pin en él.

- De verdad lo lamento, señora Bokuto. - Por cuarta vez, Akaashi se inclinó en una reverencia. - No pensé que esto fuera tan grave.

La madre del chico rio. Estaba feliz de que su hijo por fin había encontrado un amigo en su nueva escuela, pues verlo llorando a causa de un guion de teatro era mucho mejor que verlo taciturno.

- No tiene nada de que disculparse, al contrario, gracias por invitarlo a su obra, Akaashi-san, espero que todo marche de buena manera. - Sonrió abandonando la habitación de su hijo.

Akaashi permaneció unos segundos de pie sin saber qué hacer. Optó por sentarse en una esquina de la cama de Bokuto, admirando la extravagante e infantil decoración de su habitación.

- Bokuto-san. - Lo llamó. - ¿Está bien?

Un bulto de cobijas andante se levantó del suelo. Pequeños mechones de cabellos plateados hacían evidente al chico escondido entre estos.

Con la voz débil, habló. - ¿Ángel?

Al parecer, sería imposible dejar tal apodo por más esfuerzos que Akaashi invirtiera.

- Ángel, Bokuto-san. ¿Se siente mejor?

Asintió ligeramente.

- No pensé que actuar era tan difícil, Akaashe.

- Es cuestión de que se acostumbre, algunos alumnos son sumamente hábiles por naturaleza. - Una imagen de Konoha se cruzó por su mente. - Y otros… necesitan un poco más de apoyo.

Luego de que su oración terminó, el contrario dejó caer las cobijas que lo cubrían. Sus ojos ligeramente rojos por haber llorado tanto tiempo miraron a Akaashi con ilusión. - ¿Tú crees que soy bueno actuando?

Akaashi sonrió con ternura.

- Claro que sí, Bokuto-san. Usted es una excelente alma gemela.

En vez de alegrarse, pareció encogerse al escuchar una mención de la obra.

- No, no me refería a eso. - Keiji cayó en cuenta de la sensibilidad a la que se refería la madre del chico. - Estoy bien, Bokuto-san, todo está bien, ¿ve?

El contrario limpió su cara con las mangas de su camisa. - ¿Me dejas abrazarte?

Los ojos de Akaashi se entrecerraron dudosos, pero no estaba en posición de negarle algo a ese apachurrado búho. Abrió los brazos para que enseguida Bokuto se acercara.

- Ya, ya, no pasa nada…

Pasaron algunos minutos de esa manera. Por la ventana de la recamara, el sol comenzaba a caer y ambos supieron que pronto se haría de noche.

- Akaashe, déjame acompañarte a tu casa, ya es tarde.

- ¿Seguro? ¿Ya se siente mejor?

- ¡Seguro! - Se quitó de golpe todas las cobijas que lo cubrían. - En realidad, solo estaba actuando, ¿sabes?

Mi gran amor está en el cielo. | (Bokuaka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora