Akaashi, pide un deseo, que la vida se nos acaba.

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- Poffie corrió por el hermoso campo lleno de blancas flores. – Leía Keiji en voz baja y calma. Cubierto por las cobijas azules que tanta paz le habían traído a sus noches cuando él era apenas un niño. – Corrió y corrió, saltó y corrió, corrió y tropezó, se había encontrado con una rosa de lo más extraña.

Aquellas noches en donde el sueño era difícil de conciliar, donde las nubes lo perseguían y la luna no dejaba de mirarlo. Él era tan solo un pequeño niño lleno de miedos en aquel entonces, pero de alguna manera, encontraba tranquilidad al leer historias, aunque no fuesen suyas.

- Una rosa de lo más extraña y de lo más hermosa, Poffie la admiró de pies a cabeza. – “Poffie aventuras, en el mundo de lo oculto”. – Poffie quedó tan sorprendido con aquella flor, que no había otro deseo en su corazón más que llevarla a casa con él.

Los ojos del joven ya dormitaban, pero terminar el capítulo de su libro de cuentos favorito era próximo.

- Intentó morderla, pero las espinas retrocedieron al pobre perrito. Intentó pedir ayuda a sus amigas las abejitas, pero eran tan pequeñitas que jamás lo lograrían. Intentó mil maneras, y en todas dañaba a la tan bella florecita. – Narraba Akaashi. – Y Poffie lo comprendió.

“ Comprendió que las cosas más lindas, tienen lugar solo en tu corazón y no en tu vida.

No lastimes un mundo que no es tuyo, solo por el deseo de que te pertenezca. ”

- Huh… - Suspiró Keiji enternecido. - ¿Será que le haré daño… al dejarlo entrar a mi corazón?

El techo de su habitación resplandecía ligeramente por la luz del foco en el balcón. Era una noche fría con una briza de lluvia en el exterior, y al interior de la mente de Akaashi.

Últimamente que había muchos pensamientos con los que el joven no podía lidiar fácilmente, y todos ellos eran reflejados en las horas de sueño que había adoptado en las pasadas 3 semanas desde que Bokuto entró a su obra de teatro.

Aquel chico tan alegre, despreocupado y magnético ahora se había apropiado de sus pensamientos.

Lentamente, Keiji se decidió por cerrar el pequeño libro que había mantenido entre sus manos lo que iba de la noche. Un temblor en sus dedos le recordó, de alguna manera, la debilidad que lo acompañaba desde aquel diagnóstico que vino a dar respuesta a muchas preguntas que siempre había mantenido acerca de él.

Akaashi no era un joven con una vida como cualquiera.

- Alguien como yo… - Acomodó el libro en un pequeño estante al lado de su cama. - ¿Realmente tiene permitido amar?

Una vez más, su voz era la misma que no lo dejaba descansar.

Después de varios días conociendo a Koutaro, él ya no era capaz de ocultar los sentimientos que le venían al verlo llegar al auditorio, las cosquillas en su estómago al escuchar las burlas de Konoha hacia ellos, el brillo de sus ojos cuando los de él también brillaban con esa alegría tan singular que lo caracterizaba.

Difícilmente, Keiji ocultaba su corazón bajo la manga.

Bokuto era un chico tan especial… y Akaashi un chico que siempre había amado lo especial.

- Pero yo solo le haría mal, Bokuto-san. – Susurró el peli negro dando fin a sus inacabables pensamientos. – Mi vida… probablemente solo estorbaría a la suya.

Se recostó a la vez que sus manos calmaban los temblores en ellas. – Usted merece amar a alguien sano, y yo no merezco amar a alguien como usted.

Así es, y así es como será. La noche concluyó con un sueño intermitente.

Mi gran amor está en el cielo. | (Bokuaka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora