Muérdago (Parte 2)

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Al llegar al restaurante, Aziraphale no pudo evitar maravillarse por la escena que estaba delante de sus ojos.

Al entrar al restaurante, son recibidos por miles de focos en el techo, su luz es suave y tenue dando esa sensación de calidez y mágico.

Es como si estuvieran debajo de un cielo estrellado, o al menos daba la sensación.

Un mesero se dirigió a ellos para guiarlos a la mesa que Crowley había reservado.

Ambos se sentaron, como siempre Crowley pedía lo que su ángel le decía y el pedía un buen vino.

— El restaurante es nuevo — Dijo Aziraphale.

El ángel observaba con atención a cada detalle, desde las luces colgadas en el techo, desde las mesas y sus decoraciones sin mencionar la música clásica que se escucha de fondo.

Envolviendolo a un lugar de ensueño.

— ¿No te gusta?

— ¡Claro que me gusta! Es realmente hermoso.

Crowley se sintió aliviado al ver al ángel feliz por su elección, después de todo había valido la pena investigar en esas veinte revistas cual era un lugar bueno para cenar en noche buena.

El ángel y el demonio disfrutan de la agradable cena, entre charlas y risas.

Cuando el momento favorito de Aziraphale llegó, era el pedir un delicioso postre, con emoción leyó la carta ante las deliciosas opciones plasmadas.

El ángel estaba indeciso sobre que pedir, después de algunos momentos sus ojos se topan con un postre especial por el día.

— ¿Ya sabes que escoger ángel?

— Creo que sí, creo que el postre especial de la noche — Comentó el peliblanco sin dudar de la decisión, pues quería probar que manjar degustaría en esta noche especial.

El mesero llego dónde estaban ellos dos, este recoje los menús.

— Y bien caballeros ¿Qué postre van a querer?

— Dos especiales de noche buena.

El mesero asintió para irse, pero con una sonrisa en sus labios, algo que hizo dudar a Crowley.

— ¿Ocurre algo querido? — Preguntó el ángel, al ver la actitud desconcertada del pelirrojo.

— No es nada.

Después de unos breves momentos el postre llegó para ambos, Aziraphale sonrió al ver el emplatado tan hermoso y lleno de detalles.

Sin mencionar lo apetitoso que se veía, el pelirrojo también miró sin mucha emoción, pero sus cejas se levantaron levemente al notar como un pequeño muérdago de chocolate formaba parte del postre.

— Ángel ¿Ese no es el muérdago que hablaste?

— ¡Si! ¿no es genial, querido? Parece tan real — Exclamó Aziraphale.

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