Poder

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Atsushi se negó a la propuesta de Akutagawa, sabía que su padre era una mala persona, pero aún así era su papá, algunos domingos que iba a la iglesia el cura les decía que los niños no debían de desearle el mal a sus padres, o si no, los santos tomarían represalias en su contra, y el albino no estaba dispuesto a que el castigo divino del que hablaban en la iglesia fuera impuesto sobre el monstruo.

Tabito había prometido a su esposa mantenerse sobrio y ya no golpearlos si tan solo le daba una nueva oportunidad de estar cerca de ellos, de rodillas y con rosas que arrancó de algún jardín le dijo que el día anterior sería la última vez que golpeaba al su hijo, y Chiyo, crédula como ella sola, aceptó.

Sin embargo, y a pesar de que Atsushi quería creerle, no era tan tonto como para dejarse engañar del todo, su cuerpo y mente estaba enfocado en huir al menor atisbo de cualquier movimiento brusco de parte de su padre. Las mejores horas para el chico era en el día cuando iba a la escuela, ya que tenía asegurado no toparse con su padre por algunas horas, y la noche, porque sabía que mientras la oscuridad lo envolviera entonces él podría protegerlo.

Los moretones de su cuerpo se fueron desvaneciendo de forma veloz gracias a los tratamientos que su enfermero personal le daba, el monstruo se volvió el terror de los ricos y médicos de la ciudad, porque cuando la mañana llegaba, los propietarios se percataban que muchos de sus productos fueron robados; y quienes pagaban por esas cosas desaparecidas eran los inocentes empleados que fueron azotados e inclusive llegaron a cortarles un par de dedos si la cantidad hurtada era grande.

A Akutagawa esos detalles no pudieron importarle menos, la vida o muerte de los humanos le daba lo mismo, o bueno, casi de todos.

***

Un par de días después de su regreso, Tabito se encontraba sentado en la mesa del comedor, todo estaba en silencio, Chiyo se mantenía recta como una estatua mientras terminaba de cocinar, temía que si hacía algún movimiento brusco su esposo se pararía con enojo y volvería a golpearla; hasta ahora y luego del incidente de Atsushi no los volvió a tocar, pero estar alerta nunca estaba de más.

El albino jugaba fuera de la casa, de vez en cuando se acercaba un poco al pozo donde en el fondo podía ver esos ojos rojos tan conocidos que le sonreían desde la oscuridad.

- ¿Estás seguro de que aún no puedes salir a jugar conmigo? - Cuestionó desde la orilla; el sol de la tarde acariciaba su cabello blanco, haciéndolo ver con toques naranjas, sus ojos brillaban atrapando la luz dentro de ellos; Akutagawa por primera vez pensó que quizás estar sumido en la oscuridad todo el tiempo no era algo tan bueno después de todo, quería conocer como era el calor del sol sin morir en el proceso.

- ¿Estás loco? ¿A caso quieres matarme? - Preguntó con un poco de molestia. Atsushi soltó un suspiro triste.

- Desearía que ya fuera de noche, yo no... - Sea cual sea la oración que iba a decir, quedó atorada en la garganta cuando su madre lo llamó desde la casa para que llegara a comer. Atsushi obedeció de inmediato, despidiéndose de Akutagawa con la mano.

Chiyo había notado que algo raro le pasaba a su hijo desde hacía mucho tiempo, a veces lo veía hablar solo o durante la noche escuchaba su risa. Mentiría si dijera que nunca sintió una corriente helada las primeras veces que lo oyó, y hasta ahora todavía sentía esos escalofríos recorrerla. En un par de ocasiones en la mañana lo encontró durmiendo en el suelo, si bien al inicio pensó que era con el propósito de esconderse de su padre con más facilidad, razón a la que se aferra, juraría que una vez vio los ojos de una bestia que le devolvió la mirada desde la oscuridad.

La preocupación de que el diablo intentara engatusar a su hijo no la dejaba en paz; una parte de sí pesaba que era imposible, que el demonio no se acercaría a una casa católica como la suya, ya que en más de una ocasión fue testigo de como la virgen la había protegido en las solitarias noches donde regresaba del trabajo o multiplicaba la comida de su alacena, por lo que esperaba que también protegiera su casa, pero hasta ahora no había notado cambios.

El monstruo que se esconde bajo la cama -Shin SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora