Capítulo 9. Un paso a la vez

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Pasó su bocado y me miró

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Pasó su bocado y me miró.

—Prométeme que no te asustarás, ni me juzgarás ni te burlarás porque...

—Solo dilo, Maddy.

Puso ambas manos sobre la mesa como si estuviera armándose de valor para soltar la verdad—que yo ya sabía—, pero el maldito lavado de cerebro me hacía recurrir a esto para acercarme a mi esposa y recuperarla sin perturbar su cabeza o activar su instinto de Draconia hacia a mí en pleno pueblo.

—Mi clan es especial porque nosotras... nosotras somos... bueno, matamos... va... vampiros.

Apartó de inmediato la mirada como si hubiese detonado una bomba y esperaba a que se escuchara la inminente explosión.

Ella podía asesinarme si se lo proponía, pero mi ventaja era no ser un vampiro de baja categoría.

Se atrevió a darme la cara y me miró desconcertada por mi falta de estupor. Abrió su boca, pero no salieron las palabras o algo que pudiera decirme, no bajé la mirada y eso parecía consternarla aún más.

—¿No dirás nada?

Sonreí.

—No estoy asustado, no te juzgaré y mucho menos me burlaré.

Parpadeó como si en mi cuello hubiesen crecido dos cabezas.

—Pero supongo que tienes dudas.

—Me imaginé que algo así ocultaban. Leo demasiado y me gusta la historia antigua de cosas sobrenaturales.

Su frente se llenó de arrugas y mostró más desconcierto.

—Imposible, no hay nada de nosotras dentro de la historia.

—No, pero los rumores y leyendas de los pueblos alemanes suelen ser muy interesantes —me incliné sobre nuestra pequeña mesa—. Lo que me causa más misterio es que tu acento no es para nada alemán.

Otro choque mental cruzó por la cara de Maddy. Por su puesto que ella llevaba sangre alemana, pero no sabía hablar el alemán debido a que ella nació y se crio en Estados Unidos.

Mi señalamiento la hizo removerse en su asiento.

—No, yo no soy originaria de aquí.

Entrecerré mis ojos y bajé la barbilla como si estuviera a punto de contarle otro secreto.

—Entonces ¿Qué te detiene para hacer lo que quieras? Puedes irte.

Esa simple idea hizo que sus ojos se abrieran de golpe.

—Imposible, Gastón —tomó otro pedazo grande de carne y no se molestó en cubrirse la boca—. Tengo que regresar, anochecerá pronto.

—Te acompaño.

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Caminamos por un sendero que muchas veces me tocó recorrer para asustar a humanos curiosos en mi época de vampiro principiante.

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora