Capas moradas, colmillos enormes, rugidos y flechas cortando el aire fue lo que aprecié desde el lomo de Martillo. Mis gárgolas invadieron las calles del reino, destrozando y apoyando a los vampiros de bajas categorías que en cualquier momento podrían morir.
Las Draconias apuntaron al cielo, donde Martillo y yo volábamos. La existencia de esas malditas terminaba hoy.
—Ahora, Martillo.
Mi dragón se hizo invisible y yo con él. Aumentó la velocidad entre las ruinas de Valfart. Escuché gritos de victoria por parte de mi raza cuando el refuerzo llegó.
Las Draconias decidieron atacar por la caída de su líder, así que las consecuencias de su respuesta serían altas, nadie me desafiaba.
Salté del lomo de Martillo para caer de pie justo en el patio de armas del castillo negro. Mi dragón aterrizó en una de las enormes torres que aún seguían de pie y soltó un rugido feroz y con él, enormes nubes de vapor que salían de los orificios de su nariz.
—Sé que están en algún lugar —amenacé en voz alta.
De repente me vi rodeado por los vampiros de baja categoría que salieron de todas partes, eran nuestros guardias reales que venían hacia a mí y no precisamente como apoyo, sus armas me apuntaban sin ningún remordimiento.
¿Qué significaba esta insubordinación?
Martillo me rodeó como escudo y de su hocico salió una llamarada gigante para protegernos del ataque directo de los vampiros traidores.
Atacaron a un príncipe. Esto no se quedaría así; sabía que estaban en mi contra, pero jamás se habían atrevido a hacer algo al respecto.
—Ustedes lo pidieron, imbéciles.
Los vampiros que apenas salieron ilesos de las llamaradas ardientes decidieron hacer la retirada antes de seguir luchando. Aparte de traidores, cobardes.
Levanté mi mano y uní mis dedos para lanzar un chasquido. Sus cabezas explotaron por completo. Gracias a las alas de Martillo nos cubrimos de toda la suciedad.
Estaba terminantemente prohibido asesinar a nuestra propia especie, sin embargo, la ocasión lo ameritaba, teníamos la alineación de los planetas y las reglas no existían.
Miré a mi dragón.
—Ve con los demás, yo me encargo de aquí en adelante, si los llego a necesitar lo sabrán.
Martillo entrecerró sus enormes ojos rojos y después asintió. Emprendió su vuelo para desaparecer y yo me dirigí al interior del castillo. Todo era silencio, un silencio siniestro y frío que no me gustaba en absoluto.
Me enfrentaba a cuatro vampiros de la misma categoría que la mía. A mis hermanos, los Le Revna, que por décadas nos habíamos considerado de la realeza por nuestros dones superiores.
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2° El amo de la destrucción
ParanormalTomo II [Completa] Con su esposa raptada por uno de sus temibles hermanos, Gastón se ve obligado a regresar al reino de los vampiros, Valfart; donde encontrará a su amada Maddy convertida en una asesina y dispuesta a matarlo bajo los poderes hipnóti...