Capítulo 29. Celdas subterraneas

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No tengo idea de cuál fue el movimiento de Gastón, o más bien los movimientos que realizó para no haber tenido problemas en reanudar nuestras clases a dos semanas de haber iniciado

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No tengo idea de cuál fue el movimiento de Gastón, o más bien los movimientos que realizó para no haber tenido problemas en reanudar nuestras clases a dos semanas de haber iniciado. Max por otro lado vivía en la mansión, estaba en una especie de celda subterránea de la cual no tenía idea que existía.

Ahí, Gastón se hacía cargo de él, me tenía estrictamente prohibido bajar cuando él se encontraba abajo, debido a que lo que hacía con él era bastante violento, y lo que me decía era que lo trataba de regresar a su estado de raciocinio, que controlara la sed y recordara parte de su vida que ya no era humana.

Denver y Perchas lloraron de felicidad al verme, por lo que me dijo Georgia, todo este tiempo ausente se la habían pasado muy tristes que llegó a pensar que terminarían por morir. Agradecí por su paciencia y su fortaleza, me daba tiempo para jugar con ellos y así ocuparme en algo cuando Gastón bajaba a la celda de Max. Estar lejos era mejor que escuchar los gruñidos de ambos que amenazaban con derrumbar la casa.

Una tarde-noche de esas, lancé las pelotas para que Denver y Perchas corrieran. Había tomado mi rutina habitual y en ocasiones me costaba trabajo, después de lo que viví en Alemania, regresar a mi normalidad me parecía tan sencillo y a la vez imposible de creer.

Las gárgolas habían vuelto a sus lugares en el jardín y me detuve frente a la de Cortalenguas, de seguro el pobre estaba ofendido por reducirlo a ser un adorno de jardín.

Sería agradable verlo más seguido, pero Gastón era demasiado estricto ante sus reglas sobre mantener esa línea de separación de amo a subordinados.

A lo lejos vi una figura alta aproximándose; Denver y Perchas corrieron para recibir a su dueño y volví a lanzar las pelotas cuando Gastón se detuvo frente a mí, sin ninguna expresión en su rostro que me tranquilizara.

—Creo que ya hay un progreso con Max, me reconoció y preguntó por ti.

Mi estómago se revolvió y casi soltaba las lágrimas.

—Tengo que verlo.

Gastón sujetó mi brazo para regresarme frente a él.

—No he dicho que sea seguro, aún hace falta que esté aislado hasta que pueda controlar su sed de sangre. Maddy, no bajes todavía.

Me pedía demasiado y yo ansiaba por verlo.

—Pero...

—He dicho que no.

Me limité a bajar la cabeza. Sabía que lo hacía por mi bien, después de todo él conocía más de estos temas por ser un vampiro que también pasó por lo mismo.

—Otra cosa.

Lo miré.

—Max fue al último que Barbany mordió hasta convertirlo.

Me crucé de brazos un poco abrumada por hacerme recordar eso. Mi piel se enchinaba de golpe.

—Sí.

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora