Capítulo 32. ¿Demasiado violento?

1.4K 201 40
                                    

El velero tenía una parte inferior donde nos aguardaba una cama

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El velero tenía una parte inferior donde nos aguardaba una cama. Gastón se aseguró de cerrar la puerta mientras yo exploraba la pequeña habitación.

—Es precioso.

Silencio, él no agregó nada. Miré por encima de hombro y noté a Gastón quieto a pesar del movimiento constante de las ondas del agua. Su mirada taciturna con una mezcla territorial me seguía hasta que me detuve frente a la cama.

—¿Qué haremos primero? —inquirí solo por diversión.

Avanzó a paso de depredador, lento, calculador, hasta que su enorme presencia se detuvo muy cerca de mí. Me rozó con su nariz y escuchaba como jalaba aire para olfatearme.

—El olor de tu sangre es fascinante, beber de ti —su mano de pronto ya estaba en mi cuello—, me excita como no tienes idea, y no solo quiero beber tu sangre, sino que también quiero besarte y follarte. Despiertas ese lado lujurioso en mí como si fuera un estúpido adolescente precoz incapaz de controlarse.

Me atrajo a él con su mano en mi cuello para tenerme aún más cerca y apretó ligeramente.

—Ya fui muy decente por hoy. Aquí, en la intimidad, soy yo mismo —sus colmillos surgieron y pasó su lengua entre ellos, joder, esa imagen tan sexi de él me hizo removerme—. Y no soy nada amigable.

—No lo seas —susurré con la intensidad y el calor recorriéndome todo el cuerpo.

Las venitas en sus cuencas aparecieron, sus ojos brillaban de manera antinatural y sus colmillos se hincaron en mí. Apreté mis manos en sus costados llevándome entre mi agarre la tela de su saco cuando succionó con fuerza.

Abrí mi boca, cautivada por la sensación que causaba en Gastón. Su cuerpo convulsionaba y se aferraba a esa parte donde se alimentaba. Gimió, escuché como disfrutaba del alimento que yo le proporcionaba. Me sostuvo para acostarme en la cama sin dejar de beber de mí.

Jadeé por el impacto filoso en mi cuello, Gastón profería rugidos y no dejaba de moverse sobre mi cuerpo, disfrutaba alimentarse de mí, era su manera de demostrarme que él también sentía placer. Se detuvo, pude sentir como se desencajaba de mí para luego pasar su lengua por la herida que había hecho al perforarme.

Me quedé quieta, totalmente inmóvil, la sensación de frío y calor era intensa y me gustaba. Gastón daba una imagen oscura de dominio entre las penumbras de la pequeña habitación, se quitó el exceso de mi sangre y se deshizo de su saco; se levantó de un salto y fue hacia una cajonera. Aún me daba vueltas la cabeza y no sabía con exactitud qué estaba haciendo.

Tan pronto como me di cuenta y mi vista se esclarecía, me estaba colocando una mascada de seda alrededor de mi cuello para poner presión a la herida.

—Te traeré de comer.

Alcancé una de sus manos para detenerlo.

—Sé que puedo aguantar —le aseguré. Sabía que quería que probara alimento antes de hacer cualquier otra cosa.

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora