El ocaso acariciaba las montañas a lo lejos y el cielo se pintaba con colores rojizos y grisáceos; escuché el crujido de la nieve bajo los pies que se acercaban a mí. Me encontraba recargado en el tronco de un pino con los brazos cruzados en mi pecho cuando la pequeña figura de mi mujer hacia acto de presencia.
Se quitó esa repugnante capucha morada y nos miramos entre las sombras. El silencio que reinó me pareció de lo más cómodo, tenía tantas ganas de devorar esos finos y suaves labios rozados y acariciar su piel, cada parte de su cuerpo.
Pareció ruborizarse al ver que ninguno de los dos decía nada, escondí una media sonrisa para ella.
Chitó con hartazgo.
—Tenías que ser tremendamente alto, ojala que no me descubran.
— ¿Qué pasaría? —ya lo sabía, pero mi yo humano desconocía todo esto.
—Cosas malas —miró a la nada—. No te incumbe —dejó al descubierto su arma, una lanza de acero y plumas, seguramente bendecida—. Vamos, te ves bastante cansado.
En realidad era la palidez natural de mi piel. Caminé detrás de ella, su cabello volaba con delicadeza por la suave brisa invernal que corría entre los troncos de los pinos. Maddy hacia esto por algo más, de eso estaba seguro, algo dentro de ella se conectó al momento de verme.
—Agáchate porque pueden descubrirnos.
Rodeamos El Valle hasta llegar a una choza de madera maciza. Me detuve de golpe, mi encanto no ayudaba en todo, no podía cruzar la puerta de un hogar sin antes ser invitado, con una mierda, esa fuerza de protección no me permitía avanzar.
Maddy se regresó muy cautelosa y me miró extrañada. Si se daba cuenta de mi encanto estaría en serios problemas.
—Anda, entra antes de que te vean, no te haré nada.
Por mis colmillos, me invitó sin necesidad de decir nada. Sonreí y crucé el umbral después de que me diera la bienvenida.
Solo contaba con cuatro paredes de madera reforzada donde solo se encontraba lo indispensable: cama, ropero, un perchero y mesa. No tenía ventanas y era más que suficiente para quedarme con ella a solas.
Volví a encontrarme con sus ojos cuando se quitó la capa para colgarla. Su vestido ceñido resaltaba sus curvas y le daba una forma bastante escandalosa a sus pechos. Aparté la mirada para no verme como un bastardo lujurioso ante su encanto femenino.
—Te agradezco por esto.
—Solo procura no meterme en problemas, forastero, o te corto la cabeza.
Entrecerré mis ojos.
— ¿Por qué están aquí? ¿Quiénes son?
—Eso es confidencial. Comete la manzana, te traeré algo más si quieres.
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2° El amo de la destrucción
ParanormaleTomo II [Completa] Con su esposa raptada por uno de sus temibles hermanos, Gastón se ve obligado a regresar al reino de los vampiros, Valfart; donde encontrará a su amada Maddy convertida en una asesina y dispuesta a matarlo bajo los poderes hipnóti...