Capítulo 17. Esposo de una draconia

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La puerta se abrió y dos Draconias me descubrieron con el cadáver de su líder a mis pies

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La puerta se abrió y dos Draconias me descubrieron con el cadáver de su líder a mis pies. Quedaron en perfecto estupor cuando lamí de mis dedos la sangre del corazón que había destrozado. Guiñé un ojo y sonreí con perversidad desde la oscuridad que me cubría a pesar de la luz que atravesaba el umbral.

Mis ojos debieron sacudirlas de su estado de shock cuando brillaron, reaccionaron y dieron la alerta.

Lo primero que hice antes de que me apuntaran con sus lanzas fue pasar mis uñas por sus estómagos para abrirlos, me bastaron solo unos segundos para acabar con sus vidas.

Los gritos de guerra por parte de las asesinas no se hicieron esperar y yo rugí hecho una furia, la tierra temblaba y todas ya me tenían en la mira.

—¡Vampiro!

Venían de todas partes, esquivé flechas y lanzas. Corté cuellos, destripé estómagos, desgarré extremidades y terminé bañado de un motón de sangre. Lancé otro feroz rugido. Chasqué y el piso se agrietó con la intención de que un montón de Draconias cayeran al abismo que cree.

Tomé a una demasiado estúpida para enfrentarme directamente. Clavé mis colmillos en su cuello para beber su sangre, solo un poco me bastó para terminar de romperle el cuello en dos.

Estaba furioso, descontrolado y harto de ser paciente. Quería recuperar a toda costa mi esposa y llevármela lejos de este maldito lugar. De un solo chasquido no podía matarlas por completo, peleé sin ningún acercamiento de armas bendecidas.

Eran rápidas y ágiles, algunas lograban darme batalla, pero al final caía en su propio charco de sangre.

Solté un rugido más alto, mostrando mi poder y mis colmillos en el súmmum de mi don como el vampiro de la destrucción. Otras Draconias—con mejor intelecto—dudaban en acercarse a mí o si quiera apuntarme con sus inútiles armas.

—Mató a madame Demet.

—Asqueroso demonio ¿A que viniste? ¿Cómo lograste entrar a nuestro territorio?

—Gastón Le Revna —dijo una mujer de color marrón, sorprendida de verme. Nadie atacaba, ninguna me apuntaba con su arma—Joder, el mismismo vampiro de la destrucción, el amo del caos, el señor de la devastación —tapó su boca para ocultar su asombro mezclado con terror puro.

Bajé mi barbilla para acentuar la seriedad en mi rostro, todas las Draconias dudaban, con una solo mirada de mi parte retrocedían.

El fulgor de sus antorchas encendidas me iluminaban, no tenía idea de cuál sería mi actual apariencia, pero por lo que veía en los rostros temblorosos de las asesinas, no era para nada bueno, todo lo contrario, la maldad y la crueldad habían hecho acto de presencia.

Era yo.

—No vine como una visita amigable —mi voz ronca retumbaba por la furia—. Van a pagar muy caro por lo que le han hecho a mi esposa.

—¿Esposa?

Una rubia a mi izquierda hizo la pregunta, parecía más algo para ella misma que para compartir con todos los presentes.

—No saldrán vivas, no vengo en son de paz sino para crear el caos.

Todas me apuntaron con sus armas. Actué de inmediato, desplazándome entre ellas para cortar sus gargantas, romper sus armas y sacarles las entrañas. No tuve piedad ante ninguna de ellas, solo deseaba descargar toda la frustración que había tenido contenida en mi cuerpo.

Rugí con mucha fuerza y me di cuenta de que algunas de las despreciables asesinas huían de su hogar; no llegarían muy lejos, chasqueé mis dedos y los pinos se desprendieron de sus raíces para levantar una enorme barrera que evitara su escape. Los cuerpos bañados en su propia sangra formaban charcos enormes alrededor del cuerpo, una obra maestra del vampiro de la destrucción, las almas las cobraría Warren, yo solo las quitaba del cuerpo.

De repente el silencio reinó a mi alrededor, me encontraba solo, algunas desgraciadas habían logrado escapar con vida, era cuestión de tiempo para buscarlas y matarlas.

Mi ropa estaba cubierta por sangre de Draconias y cuando giré para regresar por Maddy, me detuve en seco al ver a la pequeña silueta con cabellera pelirroja que apenas estaba sosteniéndose sobre la madera de una lanza clavada en el suelo.

Mierda...

—Siempre fuiste él... —susurró entre dientes, con mucha rabia en cada una de sus palabras.

—Maddy, yo...

Hizo un ademan de apuntarme con el arma, pero su intento fue un rotundo fracaso cuando cayó de rodillas al suelo. Sus pies estaban demasiado débiles como para sostenerse de ellos.

—¡No te acerques! ¡Carajo! —gritó entre llanto—. Siempre fuiste tú ¡Un maldito vampiro! ¡Un demonio chupa sangre!

Dejé a un lado sus comentarios ofensivos.

—No lo entiendes, he venido por ti porque tú eres...

—¡Te voy a matar!

Apreté mi mandíbula, esto no era parte del plan que tenía en mente, pero ya no podía detener lo inevitable. Tarde o temprano Maddy se enteraría de la verdad, tal vez hubiese preferido ser más ortodoxo y prepararle un terreno suave para que la información no fuera de golpe. Sin embargo, la desesperación por tenerla de nuevo conmigo me sobrepasó y esto de ninguna manera tenía un lado delicado para decirlo.

No iba a permitir que Warren la desposara, o algún otro de mis hermanos Jamás tendrían a Maddy como esposa.

—Tienes que venir conmigo.

—Tendrás que matarme primero.

—No lo entiendes, Maddy —puse mi mano en el pecho, el silencio incómodo y sepulcro reinó por unos segundos, nuestras miradas se intensificaron por las emociones que chocaban en nuestras mentes y en nuestros cuerpos. Necesitaba actuar, no me importaban los daños colaterales que fuera a provocar, ella era mi mujer e iba a llevármela conmigo—. Yo soy tu esposo.

🔸Cuarta dedicatoria🔸

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🔸Cuarta dedicatoria🔸

Este capítulo es para @Romanitan10

Gracias por estar en todas mis historias, con tus comentarios que tanto me hacen reír💚

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora