Capítulo 25. Transformación

1.3K 196 29
                                    

Gastón no se miraba muy contento por la idea de quedarse más tiempo en Berlín, pero al verme desnuda en la tina de baño con la espuma cayendo por mi cuello y mis hombros, se desabrochó la camisa y se quitó lo demás para hacerme compañía adentro de...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gastón no se miraba muy contento por la idea de quedarse más tiempo en Berlín, pero al verme desnuda en la tina de baño con la espuma cayendo por mi cuello y mis hombros, se desabrochó la camisa y se quitó lo demás para hacerme compañía adentro de la tina.

Parte del agua se derramó por los bordes cuando su enorme presencia se unió a mí.

—Se me pasó la mano con el agua.

Besó mi cabeza y me pegó a su pecho, sus antebrazos sostenían mis pechos con una presión dominante y mis pezones se endurecieron por la sensación.

—¿Entonces te agrada que esté tan grande?

Mi cuerpo se sacudió en una risa.

—¿Desde cuándo te volviste tan pervertido?

Quería llegar al fondo de sus inesperadas connotaciones sexuales para cualquier cosa que le decía.

Gastón me contemplaba con una imagen impasible. Sus pulgares rozaban mi piel en movimientos delicados y constantes por mis brazos.

—Desde la primera vez que te escuché gemir mi nombre, te estabas tocando esa noche y no pude evitar hacerlo yo para seguir escuchándote.

Su nariz comenzó a recorrer mi cuello con mucho cuidado.

—Fue un sonido irresistible para mí —sus labios fríos presionaron mi piel y sus manos descendieron para separar mis piernas por debajo del agua—. Fueron suaves y desesperados, como si quisieras que alguien lo hiciera por ti, que te ayudara porque sola no era suficiente —sus dedos pasaron de arriba abajo por mi entrepierna, justo en mi entrada y jadeé, llevé mi cabeza hacia atrás—, me di cuenta de que nunca me cansaría de escucharlos.

—Gastón.

—Justo así, cariño. Llamándome para hacer lo que me toca.

Mordió me oreja y solté un gemido al tiempo que introducía sus dedos en mí. el agua empezó a salpicar con las fuertes ondas que Gastón provocaba con sus movimientos.

Tuve que agarrarme de los bordes de la tina para no resbalarme cuando intensificó sus penetraciones. Joder, mi cuerpo reaccionaba como si hubieran pasado años de no haber sido tocada, con esas enormes ganas y ese hambre bestial por querer que Gastón me tocara.

Nunca me cansaría, mi cuello aún tenía sus marcas, casi imperceptibles, no creo que quisiera morder de nuevo en esa misma área que apenas estaba sanando.

—Maddy, Maddy, que sencillo es torturarte de placer —dijo en mi oreja con ese tono grave y masculino—. Te gusta que sea rudo ¿Verdad? Que no tenga delicadeza cuando se trata de penetrarte. Joder, mi mujer es toda una puta.

Me incliné hacia adelante, pero con su antebrazo envolvió mi cuello para atraerme a él e inmovilizarme mientras acababa conmigo. Su forma de tocarme era alucinante, jamás en mi vida podría tocarme con la intensidad con la que él lo hacía, me hizo gritar, mis piernas se sacudían cuando los dedos de Gastón llegaban a ese punto exacto en mi interior.

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora