Capítulo 33. Un integrante ausente

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Nos quedamos un tiempo más en el velero

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Nos quedamos un tiempo más en el velero. Me quité las zapatillas y me senté en el borde de la proa con mis pies suspendidos mientras apreciaba las suaves ondas del agua. Ya no había mucha gente a nuestro alrededor y eso acrecentó los sonidos de la naturaleza.

Gastón me hacía compañía en silencio, nuestras manos estaban entrelazadas y mi cabeza descansaba casi a la altura de su hombro.

—¿Crees que Max pueda volver?

—Sí. Pero con ciertas condiciones, así como yo y como mis hermanos.

—No quisiera que Max se volviera como ellos.

—Tal vez no lo haga.

—¿Por qué lo dices?

Miré a Gastón cuando ya no respondió. Sus ojos se mantenían fijos en el agua y con una calma imperturbable. Se miraba tan guapo con el cabello alborotado y fuera de orden, estaba creciéndole la barba, pude sentir como me picaba cada vez que me besaba, sus pómulos se notaban tensos y después volteó a verme con esa mirada impávida.

—Maddy, Igor en su momento de entrenarme no lo hizo solo, y no porque no pudiera sino porque necesitaba un lado emocional para hacerme entrar en razón. Yo puedo encargarme de la fuerza de Max, que controle su sed y que sea un vampiro racional, pero lo emocional me costaría años si lo hago solo.

De repente me sentí perdida.

—¿De qué hablas? ¿Cómo que un lado emocional?

Sus labios formaron una línea de expresión.

—Para que Max desarrolle un sentido digamos... sensible, necesito el apoyo que Igor recibió conmigo y mis hermanos.

Fruncí las cejas más descolocada que antes. Entendía el punto, pero lo que no procesaba con facilidad era el origen de ese apoyo extra.

—¿Y cómo es eso? ¿Yo podría ayudarte?

Apartó la mirada.

—Es peligroso.

—Soy una Draconia.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Precisamente por eso, tu sangre es la que me preocupaba, no voy a ponerte en riesgo.

—Hablamos de mi hermano.

—Hablamos de un vampiro novato que en cualquier momento puede perder la sensates y desconocer a quien tiene enfrente con tal de satisfacer su sed.

Me quedé sin armas para seguir debatiendo.

—Escucha, Maddy. Hay algo que nunca te dije cuando Igor me entrenó para hacer de mí lo que soy.

Genial, más secretos que revelar.

—¿De qué se trata? —traté de no ser tan predecible con mi tono nervioso.

2° El amo de la destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora