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Tom

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La venganza no es buena, mata el alma y la envenena.

Eso quiero que pienses después de haberte tratado de tal manera, tan horrorosa y desagradable.

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Por ahí dicen que el señor le da las batallas más grandes, a todos aquellos que considera fuertes para ganarlas. Pues que se joda, porque estoy a nada de darme un balazo en la cabeza con esta mierda de batalla todos los días.

Para colmo y por si no tuviera otras cosas con las que lidiar, me quedé en ridículo enfrente de mi vecina autista y su gran corazón de abuela. Cada vez me luzco más en mis malas decisiones y en mi fachada poco empatica.

— Solo ve a su departamento, toca la puerta y pídele disculpas. No es tan difícil, idiota.—
Hablar con mi reflejo luego de casi salir huyendo de la conversación que tuve con ella, es algo tan propio de alguien orgulloso y narcisista. Una etapa que recomiendo saltarsela.

— No, mejor no...—
Era inútil, jamás me darían las agallas para ir y reconocer que me equivoqué, mucho menos ahora que me quedé con la canasta con galletas. Mierda, estaba tan deliciosas, que me las comí con culpa de por medio.

—  A no ser...—
Miré la canasta vacía a mi lado un par de segundos y sentí como un foco se encendía encima de mi, dándome la mejor idea que pude haber imaginado. Una idea que seguro a Bill se le hubiese ocurrido hace diez minutos atrás, pero bueno, él no está aquí para ayudarme.

Tomé la canasta con mi derecha y caminé a paso rápido hasta afuera de mi departamento. Si ponía la excusa de que vengo a dejarle su pertenecía, podría llevar la conversación de una cosa a otra, terminando por pedirle disculpas.

Eso pensé, hasta que por idiota me estrelle en contra de una chica que estaba pasando por el pasillo, haciendo que esta cayera al suelo soltando un quejido. Mierda, por favor que no me denuncien de nuevo por agresión, juro que esta vez fue un accidente.

— Carajo... perdóname, no quise atropellarte de esa forma.—
Me acerqué a ella rápidamente, dejando la canasta en el suelo para ayudarla a levantarse.

— Que bueno, no me imagino como hubiese sido si lo hicieras queriendo.—

Me miró con una sonrisa y yo solté una pequeña carcajada por aquello dicho. Que lindas son las chicas cuando tiene un sentido del humor activo.

Terminé por ayudarla a levantarse y después tomé la canasta nuevamente desde del suelo. Tenía que seguir con lo que tenía planeado, no podía distraerme ahora y menos por una hermosa rubia como la que tenia enfrente.

𝐃𝐄𝐏Á𝐑𝐓𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓 𝟐𝟎𝟔 | 𝐓𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora