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Isabelle

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Pude haber muerto ese día, pero decidí quedarme para tratar de explicarte la situación. Mi garganta quemada no ayudó y solo me quedé quemandome.

Pude haber muerto ese día, pero las palmas de las manos de aquel chico en el que confíe, me hicieron callar el profundo dolor que él mismo cometió. Toda mi vida robada por su perversidad.

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Cuando somos mujeres, donde aún tenemos una edad corta y nuestras madres nos protegen como si fuéramos un tesoro, pensamos que son exageraciones de ella y que nos terminan limitando a todo. Que tontas fuimos en aquél entonces y que agradecida estoy de saber darme mi lugar hasta el día de hoy.

Pero... ¿Qué pasa con aquellos que tienen ese monstruo ladrón de tesoros, viviendo en la misma casa de la persona que te protege? ¿Teniendo engañada y cegada a tu propia madre, con la fachada del hijo perfecto? Eso jamás lo supe, hasta que me tocó comprobarlo esa tarde.

Los labios de Tom habían sido mi nuevo sabor favorito y eso que ni siquiera tenían algún tipo de sabor en específico. Creo que aquellas investigaciones sobre los tactos del amor, eran completamente reales y no algo estúpido como siempre pensé.

Quién iba a pensar que esa última despedida con el mayor, sería el perfecto saludo directo al infierno que me esperaba en esa mansión. Aquella que fue mi hogar desde pequeña, pero que ahora se volvió el maldito abismo a mi perdición.

— ¡Mi pequeña está en casa! Dante, ven a saludar a tu hija.—

Gritaba y me abrazaba mi madre con emoción, al verme entrando por la enorme puerta dorada, la cual fue abierta por una señora de la servidumbre. Me sorprendió que aún después de tantos años, siguiera trabajando aquí.

𝐃𝐄𝐏Á𝐑𝐓𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓 𝟐𝟎𝟔 | 𝐓𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora