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Tom

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El trato fue ganado y ya no hace falta decirte adiós. Adiós, adiós, adiós, la palabra se quedó en el aire, por encima del insípido pasto que rodean tus blanquecinos y delgados pies.

Mis manos te tocaron, porque el impulso de hacerte daño fue negado. Las bofetadas se convirtieron en caricias y mi legado, se convirtió en mi maldita condena, la condena de haber sido traumado, por esa horrible mujer.

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¿Quién se atrevería, a cuestionar mi dura decisión de hace tres días? Fue por amor, fue por locura, fue por el jodido odio que me dan esas personas causantes de traumas infernales. Ella tenía que salvarse y yo la salve de su prisión interna.

"Te condenaste, ahora todos saben lo que hiciste" ¿Y a mi que mierda me importa la opinión pública? ¿Acaso respiro, cada vez que los diarios tienen una buena reseña sobre mi? Jamás me han apoyado de todas formas, me quede en casa, o vaya a intentar matar al jodido abusador de mi chica. Pueden tomar sus opiniones y tragarselas hasta ahogarse, que conmigo todo eso ya no va.

Las únicas dos cosas que han logrado causarme arrepentimiento de estar aquí, es ver el rostro de tristeza de mi hermano y las lágrimas de mis ojitos dorados. Ambos han estado viniendo los últimos tres días y lo admito, extraño tener contacto físico con ellos y no tener que conformarme con verlos a través de un cristal, mientras escucho sus voces por un pequeño teléfono en la pared.

Hoy es el cuarto día desde que ingresé aquí y las cosas van de mal, en peor. No porque este lugar no sea cinco estrellas y no tenga las comodidades que tenía en los hoteles, o departamentos donde me he quedado, si no, era el jodido trato que me dan los reclusos, que han estado aquí por muchísimos años.

𝐃𝐄𝐏Á𝐑𝐓𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓 𝟐𝟎𝟔 | 𝐓𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora