UN LABERINTO DE SECRETOS

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                         …

En el camino de regreso a casa Oiku se perdió, pero no por voluntad propia…

                         Para cuando Cyal se percató, era muy tarde.

Las palabras apenas pueden describir adecuadamente el avistamiento de esa tormenta, un fenómeno tan despiadado e impredecible que desafiaba toda lógica conocida.
Su entrada era una invitación al corazón mismo del caos, donde la certeza se desvanecía y la oscuridad se volvía tangible.

Como un espectáculo que desafía la imaginación, esta tormenta se erguía sobre el mundo de los seres conscientes con una autoridad implacable.

Sus efectos eran tan desoladores y peligrosos que aquellos que se aventuraban en ella quedaban presos en su abrazo mortal, sumidos en una desorientación perpetua.

En efecto, adentrarse en esta tormenta significaba perderse en un laberinto de eventos ilógicos y misteriosos.

No había forma de predecir lo que ocurriría después de cruzar su límite, y las historias que se contaban sobre aquellos que se perdieron en su interior eran escalofriantes. Sus voces resonaban como susurros en lo profundo de la psique, advirtiendo a todo aquel que escuchara que el regreso era incierto y quizás imposible.

La tormenta que se alzaba majestuosamente en el horizonte se asemejaba a lo más perjudicial de los planetas más hostiles de nuestro sistema solar. Sus efectos abrazaban la diversidad y la letalidad de cada uno de ellos, convirtiéndola en una fuerza cósmica indomable.

Equiparable a la incesante y desenfrenada tormenta de gas y granizo en Júpiter, esta tormenta desataba una violencia inigualable. Sus vientos, más allá de cualquier fuerza conocida en la Tierra, arrastraban consigo fragmentos de cristales afilados que cortaban la piel y oscurecían el sol.

La lluvia ácida que caía del cielo, emulando las condiciones inhóspitas de Venus, corroía todo lo que tocaba, dejando tras de sí un rastro de destrucción.

Ardían los campos, disolverían los edificios y hasta los corazones más bravos se consumían bajo su despiadada caricia.

Los rayos, como una postal venenosa de Marte, se abrían paso a través del mundo, iluminando el paisaje con su energía destructora.
Cada uno de ellos era un recordatorio del poderío de la tormenta y de su capacidad para desafiar incluso a las leyes más básicas de la naturaleza.

Oiku, valiente y sin experiencia, se encontraba inmersa en esta pesadilla junto Cyal, que había subestimado el poder de la tormenta.

A pesar de conocer detalles sobre su comportamiento, el cálculo de llegada de la tormenta de Cyal había fallado inexplicablemente, y ahora ambos se encontraban atrapados en medio de la tempestad implacable.

— ¿¡Cyal!? —gritó Oiku con fuerzas, ignorando el hambre por completo.

— Cubre tu cuerpo con Tesón y acércate a mí, hay que esperar a que pase esta…

Oiku intentó acercarse a su maestro, cuando dejó de escuchar su voz.

— … —se asustó y extendió la mano hacia él.

Su mano empezaba a cortarse en todo el largo del brazo, aún con el Tesón concentrado.

El destino cruelmente les arrebató la oportunidad de permanecer juntos.

Antes de que pudieran aferrarse a la seguridad que proporciona el contacto humano, un torbellino furioso los arrojó a direcciones opuestas. Oiku se vio envuelta en una neblina densa que le robó la visibilidad, mientras Cyal desaparecía como un suspiro en mitad del caos.

Soma: Metaphysical ScaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora