Capítulo 21: Angie y Vladimir

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Claudia

—¿Me puedes explicar que hacen esos dos aquí?—Me preguntó Angie, cuando fui a pedir nuestra orden directamente al mostrador donde ella anotaba los pedidos—. ¡Me has traicionado!

—¡Cómo tú a mí! Y ya van dos veces, Angélica...—Le recriminé, sonando demasiado dura.

Mi mejor amiga le había contado a Viktor detalles de mi vida que no le correspondían y también se había confabulado con Bruno para invitarme al bar la anterior noche. Mi compañero de trabajo le había pedido ayuda para enamorarme. Pero ella sabía de sobra que mis sentimientos por Viktor, no se superaban de la noche a la mañana.

Mi decisión de darle una oportunidad, no era bien vista por ella, así como yo no aprobaba que por su maldita negligencia con la bebida hubiera acabado en la cama del asistente personal de Viktor. Los detalles sobre su noche, se los había reservado. No me había contado nada.

—Compórtate como una mujer adulta y ve a tomar el pedido que me muero de hambre...—Le ordené, ganándome una mirada asesina.

—Está bien...—Hizo una leve pausa y me miró con ojos tristes—. Pero perdóname, sabes que eres la única familia que tengo. No puedo estar así contigo.

—No le hagas ojitos a Vladimir y todo estará bien entre nosotras. Ese hombre es perverso. Ya te conté como sacó a Viktor a rastras de mi apartamento hace años. No quiero que te ilusiones...—Le pedí, intentando hacerla entrar en razón.

Angie era una mujer liberal, que explotaba su sexualidad y disfrutaba libremente de la vida. Ella y Vladimir eran polos opuestos.

—Intentaré no hacerlo...—Bromeó, ganándose un fuerte manotazo de mi parte—. ¡Es broma, Ida!—Hizo una leve pausa—. Disculpa, Claudia.

—Puedes llamarme Ida, no hay problemas.

—Iré a tomar su pedido...—Me dijo con alegría, dándome un sonoro beso en mi mejilla.

Rodeé los ojos divertida y regresé a la mesa con los dos galanes rusos que robaban la atención de todas las mujeres del restaurante. Interrumpí su conversación, retomando la plática en español.

—¡Qué pésimo servicio!—Se quejó el señor Kovalenko, ganándose una severa mirada por parte de Viktor—. No he desayunado... Debido a los inconvenientes de esta mañana. Estoy muerto de hambre.

—¿Hace mucho tiempo que son amigos?—Les pregunté curiosa al verlos tan unidos. Vladimir soltó una carcajada y Viktor rodeó los ojos—. ¿Qué pasa?

—Viktor era un tipo prepotente y creído. Cuando me asignaron a ser su escolta personal, me negué rotundamente. Por negligencia de mi parte, el muy cabrón aprovechó y se escapó a Cuba con la señora Verónica...—El señor Kovalenko aclaró su voz al ver que me tensaba al escuchar el nombre de la culpable de todos mis males. Viktor tomó mi mano por debajo del mantel y la sostuvo con fuerza—. Nos hicimos amigos cuando lo llevé a rastras a Rusia. Estaba cambiado. Ya no era el mismo niño engreído de siempre.

—Gracias por avergonzarme, Vlad... Eres el mejor en ello—Se quejó el señor Volkok riendo. Yo también lo hice y la tensión del ambiente se disipó hasta que llegó Angie con el menú del restaurante a tomar nuestro pedido—. ¿Qué van a pedir, chicos? Pago yo, no se preocupen. ¿No quieres sumarte, Angie?

—Los invita la casa, Viktor...—Agregó Angie, manteniéndose firme a los encantos del atractivo ruso que sostenía mi mano con delicadeza—. Y no, no me apetece unirme.

—Angie...—Murmuré, recordándole la promesa que me había hecho.

—Lo siento, estoy trabajando. No puedo aceptar tu invitación, Viktor. En otra ocasión será—Se disculpó mi mejor amiga. Vladimir en cambio, se cruzó de brazos y le prestó atención a la carta—. ¿Qué van a pedir entonces?

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora