Capítulo 2: La chica desconocida

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Viktor

Lentamente, fui despertando de lo que se suponía que había sido una terrible pesadilla. Abrí los ojos, pensando que me encontraba en casa. En mi cómoda y suave cama, cubierto con delicadas sábanas blancas.

La intensa luz de una desconocida sala, envió un quejido de dolor a mi cabeza. Cubrí los ojos con mi mano, lastimado en el proceso los golpes que destacaban en mi atractivo rostro.

A mi lado, alguien se removió inquieto sosteniendo con fuerza una de mis extremidades. Observé primeramente a una escuálida joven, de cabellera castaña dormida a mi lado y luego, recorrí azorado con la mirada el lugar donde me encontraba. Estaba en un maldito hospital, con un suero inyectado a mi carne y un dolor estremecedor en todo el cuerpo.

—¡Hey, muchacha! ¡Despierta!—Sacudí violentamente la mano que sostenía la desconocida, despertándola con estrépito. Ella se frotó sus cansados ojos para luego mirarme confundida—. ¿Quién eres y dónde estamos?—Le ordené, exigiendo una explicación.

—¿No te acuerdas de lo que te sucedió anoche? ¿Del asalto?—Murmuró la joven, mordiendo su labio inferior nerviosa.

Poco a poco los recuerdos se fueron abriendo paso por mi mente. «¡Maldita sea, me habían robado!» Me incorporé demasiado rápido. El dolor me hizo tumbarme en la cama.

Levanté mi camisa y contemplé una serie de moratones en mi pecho y abdomen. «¡Aquellos tipos se habían ensañado! ¡Tenía para colmo una venda en mi tobillo derecho! ¡Gracias a Dios no me habían fracturado la pierna!»

—¡Malditos! ¡Me atacaron por la espalda!—Me reproché, golpeando en la cama sobresaltando a la chica, que me observaba algo extrañaba. ¡Estaba hablando en ruso y ella no entendía nada! ¡El colmo de los colmos!—. ¿Me has traído tú aquí de casualidad?—Le pregunté ahora en español, revisando mis bolsillos para comprobar lo que ya temía.

Me habían robado el celular, la cartera con todos mis documentos de identificación y las llaves de mi auto, junto a éste. Mi madre iba a matarme cuando se enterara de que me habían robado su auto favorito importado. ¡Y vaya a saber que haría mi padre cuando descubriera todo!

—Ahora que has despertado... Veo que sigues siendo un imbécil—Murmuró, ganándose toda mi atención.

La miré confundido, detallando su rostro. Ojos marrores, piel de porcelana y cabellera castaña. Una extraña combinación para ser cubana.

—¿Qué has dicho?—Le pregunté incrédulo. ¿Me había llamado imbécil en mi propia cara?

—Imbécil... I-M-B-É-C-I-L—Deletreó con frustración, levantándose del asiento que estaba al costado de mi cama—. Anoche te salvé el culo. ¡Las gracias no estaban de más!

—Me pareces familiar ¿Nos conocemos?—Le pregunté cuando sus ojos conectaron con los míos con intensidad.

Un nudo se instaló en mi estómago. Aparté la mirada afectado de alguna extraña manera por aquella desconocida chica. Ella negó petulante con la cabeza, recogiendo su mochila del suelo.

—Hay dos policías en la sala, esperando a que despiertes...—Me comunicó tranquila, cruzando sus brazos.

Aquella noticia me impactó seriamente. Recordé la voz de uno de los asaltantes, acusándome de haber violado a su hermana menor de edad en uno de los baños del club. ¿La policía estaba allí para arrestarme?

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora