Capítulo 27: La amenza

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Claudia

Las últimas horas habían sido demasiado confusas para mí. Estaba completamente conmocionada al saber que Angie luchaba por su vida en la sala de operaciones a unos metros de mí. Mi madre lloraba sin consuelo, mientras que Vladimir se mantenía inexpresivo contemplando la enorme puerta blanca que nos mantenía alejados de mi mejor amiga.

«¿Cómo es que todo podía cambiar drásticamente en cuestión de segundos?», me pregunté cuando sentí los dedos de Viktor tomar mis frías manos. A pesar de la urgencia de su viaje, se había quedado unas pocas horas a mi lado en el hospital. En espera, de un mejor pronóstico para mi amiga.

—Tengo que irme...—Me susurró con voz rota, intentando mantenerse fuerte por ambos. Levanté mi perdida mirada de la puerta del salón de operaciones para contemplar al hombre que por segunda vez, iba a abandonarme—. Volveré, Claudia. Te lo prometo.

—Tengo miedo...—Sollocé, abrazándolo asustada. Viktor correspondió mi necesitado abrazo, aferrándose a mí. Incapaz de soltarme.

—Yo pensaba que los milagros eran imposibles...—Hizo una leve pausa y me miró con los ojos brillosos. Tomó mi rostro entre sus manos y besó dulcemente mi frente—. Te amo... Y te amaré siempre. Confía en mí, Claudia. Confía en lo que siento por ti.

—Vete...—Le supliqué con vehemencia cuando vi el conflicto que libraba en su interior. Su padre también estaba al borde de la muerte. Su hijo debía estar con él, apoyándolo. Evitando que la bruja de su ex mujer le arrebatara su propia compañía—. Te esperaré el tiempo que haga falta.

—Yo me quedaré...—Murmuró a nuestras espaldas Vladimir, levantándose de su asiento. Mi madre corrió a abrazar a Viktor, mientras yo limpiaba unas traicioneras lágrimas del constreñido rostro—. Voy a cuidar de Ida y de su madre. También de Angie cuando salga de esto—Agregó el señor Kovalenko, intentando solucionar el enorme problema que había provocado.

—¡Te vas a mantener alejado de Angélica, maldito!—Protesté, siendo testigo de la evidente culpa con la que cargaba—. Angie nunca atentaría contra su vida. ¡Tuviste que lastimarla salvajemente! ¡¿Qué fue lo que le dijiste?! ¡¿No pensabas siquiera cuánto podía afectarle la muerte de sus padres el día de hoy?!

—Claudia...—Viktor interrumpió mi violento reclamo, logrando que recobrara la compostura. Me sostuvo entre sus brazos, para abrazarme nuevamente—. Vladimir va a cuidarlas. Necesito que estén en buenos términos... Lo que le ha sucedido a Angie ha sido un accidente. Algo sumamente desafortunado.

—Está bien...—Exclamé reacia, mirando con odio al ruso—. Lo haré por ti, para que estés más tranquilo.

—Protégelas, Vladimir...—Demandó, casi suplicante, el hombre al que le había entregado sin pensar mi corazón. Su amigo le estrechó la mano y asintió enérgicamente con la cabeza—. Me tengo que ir.

—Cuídate, mi pequeño niño...—Sandra, mi querida madre, besó a Viktor en las mejillas y nos dio la espalda para que no la viéramos llorar desconsolada.

—Te amo...—Le susurré, mientras su mano se desprendía de mi fuerte agarre.

Verlo partir, dándome la espalda y caminando por todo el corredor hasta perderse en la lejanía, hizo que mi corazón se apretara de la tristeza. Habíamos compartido unos días maravillosos juntos. Amándonos con pasión y ternura.

«¿Por qué teníamos que separarnos ahora? ¿Por qué habían tantas dificultades en nuestro camino hacia nuestra felicidad?»

—¡Familiares de Angélica González!—Llamó uno de los doctores que con anterioridad nos habían dado noticias del estado de Angie. Al escuchar el nombre de mi amiga, corrí hacia la puerta de la sala de operaciones desesperada. Vladimir se posicionó a mi lado. Mi madre sujetó mis manos con fuerza, temiendo lo peor—. La señorita Angélica está fuera de peligro... Ha perdido mucha sangre, pero logramos cerrar las heridas y evitar el sangrado. Eso sí, tendrá cicatrices de por vida... Hemos intentado hacerlo lo mejor posible pero el daño era inminente.

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora