Capítulo 22: Ve a tu ventana

34 6 34
                                    

Viktor

El malestar de Vladimir se agravó apenas llegamos al hotel. El resto de la tarde, se mantuvo vomitando y maldiciendo el haber comido en aquel maldito restaurante.

Le había pedido ayuda a los encargados de nuestras suites presidenciales. Un médico del hotel lo había examinado, resaltando lo obvio. Por haber devorado tanta comida en tan poco tiempo, tenía una molesta indigestión. Éste, le recetó unos medicamentos para aliviar el dolor de estómago y le colocó un suero para evitar que se deshidratara.

Estaba revisando unos papeles, en el salón de la habitación de Vladimir cuando se sintieron fuertes golpes en la puerta. Rodeé los ojos cansado y me dispuse a abrir con fatalismo. Debido a aquellos imprevistos, apenas había podido disfrutar de la compañía de Ida. Al menos, de compartir un rato a solas y colmarla de placeres.

Su contacto quemaba. Lo había comprobado aquella tarde, cuando hacíamos travesuras en el restaurante de Angie. Necesitana verla y besarla. Únicamente así, me sentía pleno.

Cuando abrí la puerta de la habitación, me sorprendió ver a Angie cabizbaja en la entrada sosteniendo unas sospechosas bolsas. Me crucé de brazos y la miré con seriedad. Ella se mostró arrepentida, confesando su fechoría. Era la verdadera culpable del malestar de Vladimir.

—Lo siento, fue mi culpa...—Aseveró avergonzada—. Quizás puse algo en su bebida. ¡Pero lo siento mucho, si sirve de algo!

—¡Por Dios, Angie! Vladimir lo ha pasado muy mal por tu maldita broma...—Le hice saber enfadado, invitándola a pasar al cuarto. En la cama, mi amigo dormía tranquilamente, todavía algo pálido.

—Ya me he disculpado...—Murmuró, aún más arrepentida. Colocó sus misteriosas bolsas en la mesa y caminó en dirección a la cama donde reposaba convaleciente Vladimir para tomar con ternura su mano—. Yo lo cuidaré esta noche. Ve a ver a Ida. Su madre siempre se queda dormida a esta hora viendo la novela.

—¿Por qué decides ayudarme?—Le pregunté algo confundido. Angie había sido la primera persona en intentar alejarme de Claudia cuando llegué a Cuba. ¿A qué se debía ese radical cambio de actitud?—. Aún así, no voy a perdonarte por lo que le hiciste a Vladimir. Fue una estupidez de tu parte—Le aclaré, cruzándome de brazos. La mejor amiga de Ida suspiró y admitió lo impensable.

—Le haces bien, Viktor—Confesó aliviada, obviando mis fuertes reclamos—. ¿Sabes hace cuanto tiempo no la veía sonreír? Desde que te fuiste, su brillo se apagó. Nunca más me habló de amor o de hombres que pudieran interesarle.

—Quiero hacerla feliz, Angie. Debes creerme...—Murmuré, con toda la determinación que emanaba de un hombre enamorado.

—Lo hago. Ahora lo hago...—La atractiva morena me sonrió benevolente. Luego, me incitó a marcharme en busca de Ida, entregándome unas pequeñas llaves—. Éstas son las llaves del portón. La habitación de Ida es la primera de la segunda planta. Hay una escalera al lado de su ventana. Ten cuidado de no despertar a Sandra, tiene un sueño muy ligero.

—No sé qué decirte...—Me escogí de hombros perplejo—. Gracias.

—¿Tienes condones?—Me interrogó divertida al verme buscar mi billetera por la habitación. Un rubor cubrió mis mejillas y la risotada de Angélica no fue de esperarse—. ¡Ya sabía yo que no!—Rebuscó en su cartera y me extendió varios paquetes. Los tomé algo tembloroso—. Ya vete, Viktor. Y diviértanse mucho.

—Te debo una, Angie...—Le agradecí guardando todavía nervioso y con el corazón acelerado, los condones en el bolsillo trasero de mi pantalón. Busqué las llaves del auto y tomé mi billetera de la mesa de noche. La morena se dirigió a la cama de Vladmir y tocó su sudorosa frente. Al verla atenderlo con tanta delicadeza, tuve que advertirle—. Él es un hombre complicado, Angie. No le digas que fue tu culpa. No se lo tomará bien.

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora