Capítulo 25: La cena

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Claudia

La primera reacción de mi madre al enterarse de que Viktor era hijo del señor Nikolai, fue derrumbarse en el sofá mientras me miraba completamente pálida. Luego, cuando le conté que lo había perdonado y que estábamos juntos, se reincorporó en el asiento para gritarme.

—¡¿Acaso has perdido la cabeza, Claudia?!—Me zarandeó con fuerza, intentando hacerme entrar en razón.

—Mamá, por favor...—Le supliqué con paciencia, sosteniéndola cuando un repentino descenso pareció apoderarse de su cuerpo. Con preocupación, la recosté en el sofá acariciando sus pálidas mejillas—. Lo amo, desesperadamente. Estar con él es un sueño. ¿No lo entiendes? Es inexplicable, lo sé. Pero por primera vez en mucho tiempo soy feliz.

—Claudia... ¿Acaso no recuerdas como terminaron las cosas la última vez? ¡Tú con el corazón roto!

—¡Dale una oportunidad! El beneficio de la duda si quieres... Viktor ha cambiado—Le intenté hacer ver pero ella se mantenía hostil. Tomé sus manos y la obligué a mirarme. Se comportaba como la madre preocupada que era. Al fin y al cabo, era su única hija—. Viktor no es como papá. Ni yo soy tú.

—¿Es eso en verdad lo que quieres? ¿Quieres estar con él a pesar de todo?—Me preguntó reflexiva.

—Yo estaba perdida antes de conocerlo. En un mundo en blanco y negro. Todo gris, completamente gris. Viktor sacudió mi vida. Me hizo sentir cosas que no pensé que existían. ¡No sabes lo feliz que me hace! ¡No sabes lo que siento con un simple beso! De los dos, él es el más indefenso. Recorrió la mitad del mundo para encontrarme. ¿Por qué no puedo desear una vida a su lado? ¿Por qué no me puedo convencer de que historias como éstas si le suceden a gente normal? ¡A personas como yo!—Protesté, sollozante.

Había sufrido durante toda mi vida la ausencia de un padre, la pobreza y sobre todo, el desamor. Si de verdad la vida, premiaba a las buenas personas aquella debía ser mi época de felicidad. Una estación eterna, para construir un futuro junto al hombre que amaba. ¿Acaso un sueño como ese no tenía derecho a ser real?

—No quiero que salgas lastimada, Claudia. Tu padre y yo nos amábamos, al principio. Luego, cuando naciste tú, las nuevas responsabilidades lo hicieron realmente despertar de la ilusión del amor. Éramos muy jóvenes. Yo realmente pensaba que Frank era el hombre de mi vida...—Mi adorada madre sollozó sin consuelo, recordando al hombre que había amado en vano.

Pensar en el pasado me hacía sentir miserable. Me había consagrado a ser la mejor hija, a sacar las máximas calificaciones y a ser educada y compasiva. Sin embargo, a mi padre nunca pareció importarle la hija con la que Dios lo había premiado.

Nos abandonó a mi madre y a mí a nuestra suerte. Aún después de muerto, no había obtenido mi perdón. Esperaba que ardiera eternamente en el infierno si éste de verdad existía.

El amor de Viktor, era diferente. Los milagros sí sucedían en la vida real. Y ese sentimiento, era la prueba. Era el deseo por el que tanto había rezando, mientras admiraba las estrellas en el cielo después de un apagón que duraba interminables horas en La Habana.

Con fuerza abracé a mi madre y lentamente comencé a acariciar su cabello intentando calmarla. Cuando su llanto se detuvo, limpié las lágrimas que mojaban sus mejillas. Deseé que pudiera ver en Viktor aquello de lo que me había enamorado. Esta vez, todo sería diferente. Obtendría mi final feliz finalmente.

—Mamá, por favor... Dale una oportunidad a Viktor. Hazlo por mí—Le supliqué por última vez, ganándome una compasiva mirada.

—Está bien—Consintió abnegada. Había entendido finalmente mi firme postura de mantenerme al lado de Viktor y continuar con nuestra relación—. Puedes invitarlo a cenar esta noche. Prepararé algo delicioso.

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora