Capítulo 5: La apuesta

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Ida

«¿Estoy usando la ropa de tu ex?», su pregunta martilló estrepitosamente mi cabeza. Parpadeé varias veces para comprender qué era exactamente lo que me estaba reprochado Viktor con tanto fervor. El muy imbécil, se mantuvo en sus trece, sosteniendo mi cintura con posesividad.

¿A qué venía aquello? ¿Nos conocíamos hace 24 horas y ya eso le daba el derecho de reclamarme lo que estimara conveniente?

—¡Eres un ridículo!—Murmuré cansada de sus actitudes de niño rico y mimado. Él abrió enormemente los ojos ofendido—. ¿Qué tiene de malo que te haya prestado la ropa de mi ex? Es ropa al fin y al cabo.

—¡Increíble!—Protestó malhumorado—. Ahora visto la ropa de tu relación fallida. ¿Quién lo diría? ¿Qué pasa si bochornosamente nos lo emcontramos? ¡Sería una vergüenza!

—Lamento si ofendí a su Majestad, pido disculpas...—Le contesté de manera burlona, haciendo que él entornara sus ojos azules con fastidio.

—En fin, ¿cómo puedes conservar a estas alturas ropa de ese tipo?—Hizo una leve pausa y negó con la cabeza divertido—. Ustedes las mujeres son extrañas. ¿Esperas que regrese contigo acaso?

—¡Hay que ver que eres un imbécil!—Parloteé furiosa, dándole un empujón violento que lo hizo trastabillar—. ¡Alejandro se fue hace un año de Cuba! No piensa regresar de todas formas.

—¿Terminaron porque se fue a otro país?—Preguntó de forma absurda. Lo dejé con la palabra en la boca, mientras caminaba en dirección al restaurante—. ¡Espera, Ida! ¡No me malinterpretes!

—¡¿Qué no te malinterprete?!—Me volteé cuando dijo semejante estupidez. Había que ver que estaba loco. ¿Cómo era posible que me hubiera cometido un error como ese al intentar ayudarlo?—. ¿Te presto una muda de ropa limpia, para que uses y me hechas en cara de que es de mi ex? Te recuerdo que no tienes donde caerte muerto ahora mismo. ¡Estuvieras en la calle si no fuera por mí!

—Me sorprendió el hecho de que tuvieras novio y que conservaras algo tan personal como su ropa.

—¿Por qué te sorprende tanto que haya tenido novio? ¡He tenido varios para tu información!

—Pobretones sin dudas... ¿No podía tu ex aspirar una marca mejor que Cuidado con el Perro?—Leyó en la etiqueta de su camisa.

Lo di por incorregible y entré al restaurante por la puerta trasera. Angie estaba en la parte del servicio. Siempre la ayudaba de mesera, cuando faltaba alguno de los trabajadores habituales.

Su jefe tenía plena confianza en mí y me llamaba para cubrir turnos complicados. Tomé el delantar que me ofrecía y le entregué mi bolso.

—¿Qué hago con tu amigo?—Preguntó una vez que vio a éste recostado en el mostrador admirando el acogedor ambiente.

—Ponlo a lavar platos a ver si se le bajan los sumos de grandeza...—Le propuse de forma diabólica.

Tan petulante ser humano, de seguro nunca había trabajado arduamente para mantenerse. Había nacido con una cuchara de oro en la boca. Sin saber lo que era trabajar hasta defallecer, sin fuerzas.

—Parece un Dios griego...—Murmuró mi amiga, devorándolo con la mirada. A pesar de los golpes, su rostro conservaba su inmaculada belleza.

Tenía ojos azules, muy expresivos. Su rostro, salpicado de lunares podía ser la debilidad de cualquier mujer. Su gran tamaño y esbeltez, le sumaban varios puntos. Era un ruso legítimo, a pesar de que el 50 % de sus genes mantuvieran viva su estirpe cubana.

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora