Capítulo 24: A puerta cerrada

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Viktor

-¡¿Explícame, por qué de la recepción, me han llamado preocupados por los disturbios en tu habitación?!-Exigí saber molesto en ruso a Vladimir.

El médico del hotel, colocaba nuevamente la vía intravenosa en su piel para administrarle un nuevo suero. El anterior, se lo había arrancado en un momento de furia. Había sido una negligencia de mi dejarlo al cuidado de Angélica siendo testigo de su desagrado mutuos.

Ahora, tenía que pagar por los daños causados en la habitación por una infantil rabieta de dos adultos. Estaba harto, de que un hombre cómo Vladimir perdiera los estribos tan fácilmente. Más, por una mujer.

-¿Qué esperabas?-Se defendió, mirándome con severidad, mientras el médico nos hacía una inclinación de cabeza y se retiraba atemorizado por nuestros gritos-. ¡Me dejaste al borde de la propia muerte con esa asesina! ¡Me lo confesó todo en la cara! ¡Qué había puesto un laxante en mi bebida!

-Angie vino a disculparse. Te cuidó toda noche, incluso te trajo sopa...-Le dejé saber, intentando hacerle ver el arrepentimiento de mi amiga. Ésta, tan cabeza dura, no había dado fe a mi advertencia. Vladimir se vengaría de ella, no importaba que fuera la mejor amiga de la mujer que me gustaba-. ¿Por qué no pueden llevarse bien? ¡Por Claudia y por mí!

-Las cosas no se van a quedar así...-Me advirtió, señalándome con severidad. Esa era precisamente la venganza que deseaba evitar por el bien de todos.

Solté un suspiro y lo dejé solo en su habitación para arreglarme e ir a la oficina. Si tantas energías tenía para discutir a esa hora de la mañana, también podía apañárselas por sí solo.

Llegué a la sucursal con media hora de retraso. Saludé carismático a todos los empleados y solicité en Recursos Humanos que le asignaran un chofer a Claudia para evitar que Bruno la recogiera noche y día a su casa.

Mis pensamientos sobre aquel tipejo, lo invocaron segundos después a mi oficina. Le indiqué cortés que pasara, únicamente por el hecho de que era un buen trabajador y sus ideas habían dado excelentes frutos. Sin embargo, él tenía un asunto totalmente personal que hablar conmigo.

-Lamento molestarlo, señor Volkov...-Se disculpó mientras se sentaba frente y a mí, para con seriedad contemplarme-. He venido a hablar sobre Claudia.

-¿Sobre Claudia?-Le pregunté con interés, no pudiendo enmascarar mi naciente fastidio por aquella cercana relación que tenían. Era más que evidente, mi desprecio por él. Bruno, lo intuía desde el primer momento.

-Se habla en los pasillos de lo deslumbrado que está por ella...-Soltó con valentía, sin saber las consecuencias de sus actos. Al parecer, Ida y yo habíamos sido demasiado evidentes.

-¿Y cuál es el problema entonces?-Le pregunté, poniéndome a la defensiva-. En esta oficina sólo atiendo asuntos laborales. La vida personal de cada persona es íntima.

-¿Entonces lo admite?-Me confrontó, poniéndose de pie acoloradamente. Yo hice lo mismo y dada mi altura, lo intimidé un poco. Bruno tragó nervioso, pero se mantuvo firme-. Claudia se ha sacrificado muchísimo por este puesto. Su relación con ella va a dañar su imagen. Ya se comenta que ha escalado tanto por haberlo seducido a usted, como hizo con su padre.

Un viaje con destino a La Habana (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora