Capítulo 29

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Audrey

Alcancé a Eiden hasta la habitación, al entrar lo vi en la sala arrojando una carpeta con documentos de Índigo hacia la pared. Los papeles que estaban en el centro de mesa los tiró al suelo de un jalón con ambas manos y soltó un grito de enojo que de seguro asustaría a cualquier mucama que tuviera intenciones de acercarse a preguntar si todo estaba bien.

—Eiden ¡Eiden! —le dije mientras intentaba apaciguarlo, me acerqué hasta tenerlo de frente y busqué su mirada—. Mírame a los ojos —en cuanto lo hizo pude lograr calmarlo un poco—. Respira, inhala y exhala.

El cuello de su playera le causaba sentimiento de asfixio por lo cual optó por quitárselo rápidamente con enojo. No pronunciaba ninguna palabra y soltaba bufidos claros y fuertes, tenía el ceño fruncido y las venas le remarcaban por completo sus brazos y cuello.

Tomó su móvil para hacer una llamada y fue cuando reaccione a que iba a llamar a Nueva York. Me apresuré y se lo arrebate.

—¡¿Qué haces?!

—¡No vas a llamarle a nadie todavía!

—Ya está hecho Audrey, fracasé con el plan.

—¿Acaso eres Eiden Windsor o estoy hablando con un huevo?

Me miró confundido ante mi reacción, lo había silenciado por completo. Sabía en mi interior que él no desquitaría su enfado conmigo, quizás por eso me permití ponerle un alto.

—No podemos hacer nada, existe un acuerdo firmado por Silos, aunque quisiera Asger no podría proveernos esa tela.

—Asger y sus estupideces sobre cuidar el mundo —de nuevo fue hacia el mini bar y tomó una botella de ron—. Cuando todos somos culpables y estamos dentro de la misma mierda.

Antes de que pudiera siquiera abrir la botella se la arrebaté, abrí las puertas de balcón y con un buen brazo estilo jugador de béisbol arrojé la botella lo más lejos que pude.

—¿Por qué la aventaste? ¡Era una edición exclusiva!

—Tu edición exclusiva en tanga. ¡Ya no más alcohol! ¿Te embriagarás solo por despecho?

—Es lo único que me queda por hacer —bufó mientras de nuevo intentaba sacar otra botella pero rápido cerré la puerta del mini bar y me puse frente a él.

Mis pensamientos cambiaron al instante al darme cuenta que estaba con el torso desnudo, la luz que entraba por las ventanas ayudaban a darle brillo a cada detalle sin dejar nada a lado. Mis ojos admiraron cada línea que marcaba su buena condición física dando el deseo de tocarlo y su piel cálida blanca deslumbrante.

Concentración Audrey. Salí de mi trance sacudiendo la cabeza y volví a lo que estábamos.

—Si vuelves a tomar otra botella te la quitaré y con esa misma te daré en la cabeza. Si tu madre no te lo hizo yo sí lo haré.

—Dios. No quiero imaginarme la reacción de Teresa —pasó una mano por su cabello con frustración—. Ella me matará, los inversionistas también, todos contaban con ello —fue hasta el dormitorio, se acostó del lado derecho y se acomodó de lado.

Desde la sala veía como su pecho subía y bajaba con rapidez, sabía que estaba haciendo un esfuerzo por no explotar enfrente de mí y con eso ya era suficiente. Cuando alguien te importa odias verlo sufrir o pasarla mal, desearías tener el poder de arreglar su mundo y sanar sus dolores.

¿Así se siente la impotencia?

¿El querer desvanecer la frustración de aquel hombre, remplazarla con sentimientos dulces y no poder hacerlo?

Alba: Una Luz de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora