Me encontraba parada frente a casa. Llevaba puestos mis lentes de sol ya que la noche anterior pues bueno había llorado hasta quedar dormida. Me reencontraria con Bill más tarde y ahora estaba aquí. Trague saliva y como pude tome valor de entrar, al abrir la puerta ese olor aún seguía ahí. Cerré detrás de mi metiendo la maleta y camine hasta la cocina.
—Hola cielo —la imagen de mi madre apareció en mi mente.
Una lagrima caía por mi mejilla. Los muebles tenían una capa de polvo pero deje todo tal y como estaba. Fui hasta la sala y acaricie el sofá.
—Cambia a mi Reality, o mi novela. Es tarde y he esperado toda la semana para un nuevo capítulo —nuevamente la imagen de mi madre sentada se hizo presente.
Sentí que se me apretaba la garganta. Cerré mis ojos y sin darme cuenta me encontraba subiendo a las habitaciones. Al llegar abrí mi puerta y ahí estaba todo. Me acerqué a mi estantería y recogí varias fotos que también tenían una cantidad exagerada de polvo que me hizo estornudar.
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Y ahí estaba él nuevamente. Deje las fotos en su lugar y volví a mi cama. Me senté en ella y abrace una almohada que igual tenía polvo.
Y ahora venía lo más difícil. Me encontraba fuera del cuarto de mi madre. Suspiré y abrí con la llave al estar dentro note que todo estaba tal y como lo había dejado. Y ahora me encontraba llorando desde el marco de la puerta.
Odiaba no recordar nada, y si recordaba algo era jodidamente triste. Apagué la luz cerrando todo y volví abajo. Lo mejor sería buscar un departamento no podía quedarme aquí sola.
Al salir de casa encendí mi auto y fui hasta la casa de Bill, sino mal recordaba vivía a unos 20 minutos de la mía. Al ver su auto estacionado me relaje.
Toque la puerta y el estaba igual que yo, parado en medio de su sala observando todo. Ahora lo veía y era tan diferente. Al mirarme tenía lágrimas en sus ojos, las cuales limpio con cuidado.