Años más tarde.
—Papá, dile a Haly que deje de golpear mi lado del sillón con su pierna.
Ambas chicas comenzaron a pelear y gritar.
Tom y yo ahora éramos unos adultos.
Habían pasado años desde que Zed nació.
Ahora nuestra familia era formada por Tom, Zed de 17 años, Erika de 15 y nuestra pequeña Haly de 10 años.—Bien, basta. Ambas están castigadas. Erika sube a tu habitación ahora.
—Pero Papá... Mamá ¿No vas a decir nada?
Miré a Tom y después a Erika la cual solo grito y subió a su habitación.
—Esa niña va a volverme loco.
—Es su etapa de adolescente frustrada, deberías de no ser tan duro con ella.
—Trato de entenderlas Emma, trato pero agotan mi paciencia.
Sonreí mientras volvía mi vista al libro que leía. Tom fue hasta la cocina y después volvió a mi lado mientras me entregaba una copa de vino.
—¿Pueden irse a dar amor a otro lado? Soy una niña, pervertidos —escuché a mis espaldas y Tom se giro bruscamente.
—Haly, ve a tu habitación estas castigada.
La enana castaña tomó sus audífonos y subió las escaleras.
—Menos mal Zed no da tantos dolores de cabeza —dijo rendido y yo asentí rascando mi mandíbula.
—¿Porqué haces eso?
—¿Hacer qué?
Estaba a punto de decirme algo cuando Zed bajo las escaleras y corrió hasta la puerta principal.
—¿A dónde crees que vas?
—¿Yo?
Miré a Tom y contuve la risa.
—¿A caso hay otro pelinegro en esta casa? Obvio te hablo a ti.
—No seas un pesado con tus hijos Tom.
—Todos creen que pueden mandarse solos, pero soy el hombre de esta casa. Todos son unos rebeldes.
—Hablas como un viejito gruñón. Te recuerdo que tu eras peor —sonreí y después miré a Zed el cual seguía mirándonos con una sonrisa.
Era tan parecido a Bill cuando era adolescente solo que su cabello era más corto y su estilo de vestimenta era a lo que llamarían ahora Grunge, y Tom lo había llevado a tatuarse un par de veces.
—Saldré con una chica —dijo cabizbajo.
Zed podría tener finta del chico malo que rompe corazones, pero era todo lo contrario.
—¿Una qué?
Tom se puso de pie y me miró.
—¿Tienes novia?
—Casi —dijo Zed con las mejillas rojas.
—¿Qué?
Una risa salió de mi boca y después Tom me miró.
—¿Tú sabias de esto verdad? Odio que confíen más en ti que en mi.
—Porqué eres gruñón y mamá da buenos consejos —dijo Zed y le mande un beso.
—¿Y como se llama esa chica? ¿Porqué no la conozco?
—Si la conoces —dije escondiendome en el libro.
—¿Cómo voy a conocerla? —dijo Tom rodando sus ojos. —¿Quién es? ¿Se están cuidando? No quiero embarazos a esta edad.
Zed estaba peor que un jitomate.
—Tom basta, ya hable de eso con él.
—Sí Papá, no la he tocado. En verdad me gusta mucho.
—¿Quién es?
—Chelsey Biersack.
Tom asintió y volvió a tomar asiento, me sorprendió ver su actitud.
—Sólo cuídense ¿Sí? Deberías traerla a casa para conocerla. Tiene el mismo apellido que...
Hubo un silencio.
Zed trago saliva nervioso y me miró, yo me escondí aún más en el libro y aquí vamos de nuevo.—¡Estás saliendo con la hija de Andy!
Para que no se queden con la duda de lo que paso con nuestra linda pareja.
Perdón por abandonarlas tanto tiempo, pero espero haberlo compensado. Las amo gracias por llegar al final de esta preciosa historia, las amo mis lectoras.