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Regulus recordaba a la perfección la primera vez que vio a James Potter, fue en el tren camino a Hogwarts, en su primer año, su hermano mayor lo estaba acompañando, pero una vez se adentraron él desapareció para irse con su grupito de amigos de gr...

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Regulus recordaba a la perfección la primera vez que vio a James Potter, fue en el tren camino a Hogwarts, en su primer año, su hermano mayor lo estaba acompañando, pero una vez se adentraron él desapareció para irse con su grupito de amigos de gryffindor, quienes lo esperaban en la puerta de un camarote.

Ahí vio a un moreno de cabello oscuro y ojos avellanos tras las gafas, que le dieron una sonrisa amistosa desde la lejanía, no pudo corresponderle el saludo por la vergüenza que sentía al conocer gente nueva y por eso salió disparado dentro de uno de los compartimientos, en donde, conoció a dos chicos que serían sus mejores amigos y a la hermana de uno de ellos.

A partir de ahí veía siempre a James cómo si de un imán se tratase, lo admiraba por la gran personalidad extrovertida y fuerte que tenía, era todo lo que él soñaba ser, alguien que no tuviera miedo de nada y que todo el mundo quería.

Lo único que no recordaba era en que momento comenzó a gustarle, simplemente pasó, de un día para el otro ya sabía que quería al Potter. No hubo un punto de inflexión que diera rienda al comienzo de ese sentimiento.

Y ahora, dios mío, ahora tendría una cita con él y no sólo eso, sino que, era la segunda que tenían e incluso ¡Se habían besado! Estaba en la mismísima gloria, en la cúspide de la esperanza estremecedora que embriagaba sus sentidos, pensamientos y enriquecía sus sueños acompañados de fantasías.

Generalmente solía tomar horas para prepararse, le gustaba hacerlo y le gustaba más verse bien, costaba que su autoestima hundida subiera un poco. Esta vez, no tenía mucho tiempo, nunca antes se tuvo que vestir, maquillar y peinar con tanta rapidez, él analizaba muy bien sus horarios para estar siempre listo y que nada fuera una sorpresa, prefería evitarse malos ratos o la molesta ansiedad.

Decidió ir más casual, luego de haber desparramado todo su armario en la cama, optó por unos pantalones beige hasta por encima de las nudosas rodillas, medias negras que contrastaban con la camiseta de mangas cortas, por último sus zapatos de plataforma blancos. Accesorios los de siempre, un broche de plata, cadena del mismo material y un arete de argolla pequeño en la oreja izquierda. Oh sí, los anillos, no olvidemos los anillos, lo que más le gustaba de él eran sus manos, por eso siempre estaban perfectas.

Obsession - JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora