Me sorprendí al descubrir que no estaba muerta. ¿No acababa de tragarnos un tornado? No me sentía en absoluto exánime. Me dolía la cabeza y no sentía el brazo derecho, pero por lo demás, estaba perfectamente. Estaba teniendo una especie de déjà vu, por segunda vez en menos de dos semanas. Recordé despertarme en una cabaña después de haber sido herida por los trolls. No me consideraba patosa, pero, desde que estaba en Elementium, había sufrido más heridas graves que en toda mi vida. Me intenté levantar de la superficie en la que estaba tumbada pero no pude, pues tenía el brazo inmovilizado. ¿Me lo había roto? Jamás había tenido un hueso fracturado. Suspiré y me resigné a quedarme tumbada. Al cabo de un rato, se abrió la puerta y entró Aiawiae. Me sorprendí al verle.
-¿Qué haces aquí?-pregunté.
-Rescatarte por segunda vez-respondió sonriendo.
-¿Cómo has detenido el tornado? ¿Dónde están los demás? ¿Dónde estamos?-lancé una pregunta tras otra sin dejarle tiempo para contestar.
-De una en una, por favor-replicó-. Como sabes, soy un aéreo y, como tal, poseo poderes-dijo misteriosamente-. Tus compañeros están hablando con Awaaryn, ya que estamos en la ciudad de nuevo. ¿Satisfecha tu curiosidad?-inquirió con sorna, aunque no se me pasó por alto que había dudado un poco al responder a la segunda pregunta.
-Casi-contesté-. ¿Qué le ha pasado a mi brazo? ¿Está roto?
-Eso me temo-fruncí el ceño.
¿Qué les iba a contar a mis padres sobre este asunto cuando volviera? Aunque, pensándolo detenidamente, mis padres se preocuparían más acerca del lugar en el que había estado.
-Vamos a buscar a los demás-propuso Aiawiae.
-Espera, ¿cómo supiste dónde encontrarnos?-pregunté.
-Bueno, vi una gran columna de aire cerca del sitio en el que estabais y fui a rescataros-respondió vagamente sin mirarme a los ojos.
Sabía que estaba mintiendo, pero no conocía la razón, por lo que lo dejé correr.
-Vayamos a buscar a los demás Elegidos-propuso.
Salimos de la habitación y caminamos por un pasillo hasta llegar a otra estancia muy parecida a la anterior. Tenía las paredes blancas, sin ninguna decoración. Había una cama con sábanas blancas y una mesilla de noche, también blanca. Dentro estaban los demás Elegidos. Elisabeth y Jack estaban sentados en la cama, hablando en voz baja, y Charlie estaba de pie, paseando inquieto de un lado a otro, con el ceño fruncido. Aiawiae y yo entramos, cerré la puerta y le espeté:
-¿Cómo nos encontraste? Quiero la verdad ahora.
El aéreo miró a todas partes menos a mis ojos.
-Aiawiae, por favor, dinos la verdad-suavicé el tono.
Se aclaró la garganta y dijo:
-En realidad, se supone que nadie sabe que estáis aquí, porque os seguí en secreto y provoqué el tornado...
-¡¿Qué?!-saltó Elisabeth-. ¿Tú intentaste matarnos?
-Solo quería disuadiros de ir a donde ibais-replicó avergonzado.
-¿Por qué?-inquirí estupefacta.
-Porque tú eres mi hermana pequeña y quiero protegerte a toda costa-contestó.
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Los cuatro Elegidos
FantasyCuatro chicos descubren que poseen los poderes de los cuatro elementos principales: tierra, agua, aire y fuego; y que deben usarlos para derrotar a las fuerzas del Mal que controlan el mundo del que provienen. Reservados todos los derechos. Queda ri...