La mañana siguiente, después de haber descansado, fuimos a ver a Awaaryn de nuevo, aunque no estaba sola como el día anterior. Aiawiae, mi hermano; Aera, mi madre, y Awyr, mi padre, estaban con ella. Me sentí incómoda al verlos, porque no los conocía de nada y solo nos unía nuestro ADN. Awaaryn estaba hablando animadamente con mis dos padres y Aiawiae estaba sentado en el suelo con expresión triste. Me acerqué a él y le pregunté:
-¿Qué te pasa?
Levantó la cabeza, sonrió y negó con la cabeza al tiempo que decía:
-Nada, estoy bien-no me pareció sincero-. ¿Has dormido bien?
-Sí. ¡Estoy lista para más aventuras!
-Puede que estés lista para más aventuras, pero no para las despedidas.
-¿Qué quieres decir?-inquirí.
-Que yo os voy a acompañar hasta Ninfia, pero cuando lleguemos, no creo que nos volvamos a ver, pues los habitantes de un territorio no tienen permitida la entrada en otro-bajó la mirada.
Yo no estaba tan afligida como él, porque había sabido de su existencia hacía apenas unas tres semanas y no le conocía tanto como para echarle de menos.
Awaaryn se sentó en la silla y dijo:
-Mañana empezaréis vuestro viaje a Ninfia. Aiawiae irá con vosotros hasta los límites de Sirenia. He de advertiros que este viaje será bastante más largo que el que realizasteis para venir aquí, dado que debéis cruzar Hipogrifia y Sirenia. Será peligroso, pero confío en que estaréis preparados. Esta noche debéis descansar bien.
-¡Qué bien, un viaje peligroso y largo!-exclamó sarcásticamente Jack.
-No debería haber aceptado venir aquí-murmuró Elisabeth.
-¿Cómo sabremos cuándo habremos llegado a Ninfia?-cuestionó Charlie.
-No te preocupes, lo sabrás-respondió Aera.
Pasamos el resto del día descansando, hablando y planificando nuestro viaje. Cuando anocheció, después de cenar, nos fuimos a dormir.
Antes de que amaneciera, Aiawiae nos despertó, rápidamente nos vestimos y fuimos a desayunar. El comedor estaba vacío, a excepción de nosotros. Comimos en silencio, preparándonos mentalmente para el largo viaje que estábamos a punto de empezar. Cuando terminamos, volvimos a la habitación y cogimos la poca ropa que teníamos y esperamos a que volviera mi hermano con unas mochilas blancas para guardarla dentro. Caminamos rápidamente hacia las cocinas sin encontrarnos a nadie y allí cogimos toda la comida no perecedera que vimos, aunque sabíamos que no sería suficiente para todo el viaje. Después, fuimos a ver a Awaaryn, quien nos deseó suerte y, cuando los demás salieron, la aérea mandó llamar a mis padres para que me despidiera de ellos. Nos dimos un abrazo rápido e incómodo y salí de la habitación.
-¿Estáis todos preparados?-inquirió Aiawiae.
Asentimos con la cabeza y empezamos a andar en dirección a las afueras de la ciudad. Al cabo de unos diez minutos, llegamos al límite de la población. Miré hacia atrás y supe que no iba a echar nada de menos.
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Los cuatro Elegidos
FantasíaCuatro chicos descubren que poseen los poderes de los cuatro elementos principales: tierra, agua, aire y fuego; y que deben usarlos para derrotar a las fuerzas del Mal que controlan el mundo del que provienen. Reservados todos los derechos. Queda ri...