Capítulo XLI: Frenemies

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No había amanecido cuando Aquhya me zarandeó para despertarme. ¿Es que no íbamos a levantarnos nunca a una hora razonable? Mi malhumor iba a ser monumental. Odio madrugar. Tomamos un desayuno muy escueto y nos preparamos. A ese ritmo, iba a volver diez kilos más delgada, pero no me importaba mucho. A una señal del padre de Elisabeth, los delfines volvieron a aparecen y cada uno montamos en uno. Yo no sabía si el mío era el mismo que el del día anterior, pues todos eran iguales.

Los animales empezaron a cabalgar sobre las olas y en media hora, más o menos, ya estábamos en territorio de sirenas. Los delfines nos dejaron en el agua después de que Elisabeth nos volviera a convertir en humanos con branquias.

-Yo no puedo acompañaros más-anunció Aquhya-. De hecho, ahora mismo estoy rompiendo una regla muy importante, así que debo marcharme cuanto antes. Buena suerte.

La ninfa y los delfines se fueron y nosotros nos sumergimos. A nuestra compañera ninfa se le ocurrió practicar un hechizo para que pudiéramos hablar bajo el agua.

-Menudo alivio, pensaba que íbamos a estar mudos todo el tiempo-dijo Jack.

Estuvimos nadando un rato hasta que divisamos una población.

-¿Cómo vamos a robar la piedra sin que nos descubran?-preguntó Charlie.

-Gracias a mí-respondió una voz desconocida.

Todos nos giramos sobresaltados y vimos a Siebh.

-¡Traidora!-grité.

Jack extendió el brazo delante de mí para evitar que me tirara sobre ella. La sirena levantó los brazos en señal de rendición y Jack inquirió:

-¿Cómo sabemos que no vas a traicionarnos otra vez?

-No podéis saberlo, debéis confiar en mí-contestó.

Los cuatro hicimos un corro para discutirlo.

-¡No podemos fiarnos de ella!-exclamé yo.

-No tenemos otra alternativa-contraatacó Charlie.

Jack asintió con la cabeza mostrando su aprobación. Elisabeth no dijo nada.

-Decidido entonces-añadió Charlie.

-Como intentes jugárnosla, te mato-le solté yo mientras le comunicamos que podía contar con nosotros.

Ella miró brevemente a Elisabeth y aceptó.

-Es conveniente que esperemos al anochecer para llevar a cabo el plan: os conduciré hasta las dependencias de mi padre, que es donde está la piedra. Una vez allí, tenemos que ser muy rápidos para que nadie nos descubra.

Todos estuvimos de acuerdo y ella nos llevó hasta un edificio cerca de la ciudad submarina en el que no vivía nadie. Una vez allí, Jack y Charlie se sentaron en el suelo y Elisabeth y Siebh se quedaron de pie hablando. No sé sobre qué conversaban, pero parecía algo importante.

Me senté cerca de los chicos y oí que Siebh decía:

-...lo hice para protegerte, yo te quiero.

Dejé de escuchar, porque era una conversación privada.

Los cuatro ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora