Capítulo VII: Piedras preciosas

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Nos despertó el sol, que entraba por la estrecha ventana de la cabaña. Nos levantamos y salimos fuera. Algunos elfos preparan el desayuno, mientras que otros recolectaban fruta de los árboles. Recorrimos todo el poblado, intentando recordar el camino hacia la cabaña del jefe elfo. Al final, la encontramos. La puerta estaba abierta, así que entramos. Todo estaba en la misma posición que el día anterior, incluso el elfo vestía la misma ropa, una camisa de algodón blanca y unos pantalones marrones de lino. Nos miró detenidamente y dijo:

-Ayer no tuvimos la oportunidad de presentarnos formalmente. Soy Akohrye, jefe de este poblado y líder de la rebelión.

-Yo soy Gwendolyn, y éstos son Elisabeth, Jack y Charlie-respondí señalando a cada uno a medida que hablaba.

-¿Has dicho que eres el líder de la rebelión?-preguntó Jack-¿Qué rebelión?

-Nadie conquista Elementium sin sufrir las consecuencias-respondió simplemente.

-¿Y cómo pensáis derrotar a los trolls?-inquirió Elisabeth mordazmente-¿Tenéis un arma secreta?

-No, pero tenemos algo más poderoso: esperanza.

-¡Menuda arma!-bufó Elisabeth-. No sirve para nada.

-Te equivocas, muchacha, la esperanza es lo último que se pierde; sin ella, la vida no tiene sentido-replicó Akohrye.

-¿No hay manera de recuperar Elementium de las criaturas malvadas?-preguntó Charlie.

-Sí, la hay. Cada raza de Elementium custodiaba una piedra preciosa del color de su elemento. La de los elfos es verde, la de las ninfas es azul, la de los vulcánicos roja y la de los aéreos es blanca. Pero ahora las piedras están en posesión del Mal. Si se consiguen todas y todos los reinos se unen, sería posible derrotar a los invasores.

-Así que, para restaurar la paz en Elementium, debemos recuperar las piedras, ¿no?-preguntó Jack.

-Exactamente, ¿estáis dispuestos a correr riesgos para salvar este mundo? Sabed que no será fácil y que, probablemente, sufriréis y veréis morir a personas inocentes-replicó Akohrye.

-No sé si hablo en nombre de todos, pero yo creo que debemos luchar por una causa justa, sin importar lo que entreguemos a cambio-contestó Jack.

-Yo también pienso así-respondí yo.

-No estoy muy seguro, pero intentaré ser valiente-añadió Charlie.

Todos nos giramos hacia Elisabeth para conocer su opinión. Ella se estaba mirando las uñas, en un vano intento por ignorarnos. Levantó la cabeza y preguntó:

-¿Qué pasa?

-Necesitamos saber si estás de acuerdo-repliqué.

Ella, incómoda, dijo:

-Puede, no sé.

-¡Vamos, Eli! ¡Será divertido!-exclamó Jack.

-¡¿Divertido?!-contestó ella-. ¡Si podemos morir!

-Venga, sin ti no será lo mismo. No tendremos el lujo de contar con tu fabulosa presencia-continuó Jack.

-Bueno, vale, pero espero que me protejas-aceptó Elisabeth.

-Claro, ¿quieres algo más? ¿Un séquito de sirvientes sólo para ti?-inquirí irónica.

-Bueno, dejad de pelearos-replicó Akohrye-. ¿Tenéis hambre? Es la hora de desayunar.

-¡Sí!-exclamó Charlie.

Seguimos a Akohrye y llegamos al comedor.

Los cuatro ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora