Capítulo XLVI: Descubrimientos y decepciones

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Un par de días más tarde, cuando ya nos habíamos recuperado de nuestra aventura en Sirenia, Aqhau nos convocó para una reunión.

–¿Estáis listos para continuar con la penúltima etapa de vuestra misión?

–¿Penúltima?–pregunté yo–. ¿No se supone que solo queda una piedra por recuperar? Son cuatro y llevamos tres.

La ninfa pareció incómoda.

–Parece que nadie os ha informado de todo...

Nos miramos.

–Entonces, ¿tenemos que hacer algo más?–inquirió Jack.

–Cuando tengáis todas las piedras, debéis ir a Elaevulnin, la capital de Elementium, para derrotar a Aqafiae. Además–añadió mirándome a mí–, supongo que querrás rescatar a tu hermano.

–Por supuesto que quiero y ya estaba previsto–respondí y los demás me miraron con cara de confusión–. Pero nadie nos había dicho que tendríamos que luchar contra la tirana. ¿Os creéis que somos superhéroes? Esa tía sabe controlar todos los elementos.

–Por eso tendréis que aprender a controlar los vuestros perfectamente y a trabajar en equipo-agregó.

Salí de la habitación hecha una furia. ¿Teníamos que recuperar las cuatro piedras y derrotar a una extraterrestre que hacía magia? Increíble. Básicamente, nos estaban mandando al matadero. Los demás salieron poco después. Charlie y Elisabeth iban hablando juntos y yo me alegré de que algo bueno saliera de esta locura.

La verdad es que lo único que yo quería era irme a casa. Bueno, y rescatar a mi hermano. Aunque volver a casa para no ver a mis padres nunca no era lo que yo deseaba. Yo quería una familia de verdad, unida. Claro que nada había vuelto a ser lo mismo desde que mi hermana falleció. Estaba claro que ellos pensaban que había muerto la hija equivocada.

Tenía que convencer a mis compañeros de recuperar la última piedra lo antes posible y salvar a Aiawiae. Los elementianos podrían derrocar a la tirana sin nuestra ayuda y todos volveríamos sanos y salvos a casa.

Los alcancé antes de que llegaran a las habitaciones.

–Escuchad, chicos–dije.

Los tres se giraron para mirarme.

–¿Qué pasa?–preguntó Charlie.

–¿No creéis que nuestro trabajo acaba al encontrar la piedra roja?–pregunté.

–¿Qué quieres decir?–replicó Elisabeth.

–Bueno, no nos necesitan para acabar con su gobernante–respondí.

–Tiene razón, encontremos la piedra y vayámonos a casa–añadió Jack–. Estoy harto de estar aquí.

–Antes de eso, deberíamos rescatar a mi hermano. Después de todo, es nuestra culpa que esté donde está.

–¿A quién le importa? Nuestra misión es recuperar las piedras–Jack hizo un gesto de fastidio con la mano.

–¿Y tú no tienes valores éticos?–contraataqué.

–Tu hermano es un extraterrestre, ¿qué más da?

Me quedé con la boca abierta. Nunca habría pensado que Jack pudiera ser así.

–¿Sabes qué?–crucé los brazos enfadada–. Había estado enamorada de ti desde que te vi por primera vez, pero ahora sé que solo te había idealizado. No mereces la pena, chulo de mierda.

Y con esas palabras, me di la vuelta y me fui.

Los cuatro ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora