Cuando terminamos de desayunar, Akohrye reunió a todos los elfos y les contó que nosotros podíamos salvar Elementium. Ellos dejaron de mirarnos con desconfianza y empezaron a observarnos con curiosidad. Cuando terminó de hablar, comenzaron a aplaudir y a vitorearnos. El jefe nos condujo de vuelta a su cabaña y nos explicó la ruta que debíamos seguir para llegar al campamento de los trolls. Nos dio provisiones y una brújula mágica que nos conduciría a nuestro destino. Cogimos los macutos que nos había dado y empezamos a andar.
Al poco rato, paramos a descansar y a beber agua. Cuando nos pusimos en camino de nuevo, el sol ya estaba muy alto. Hicimos una parada para comer y nos echamos una siesta corta. Nos despertamos y continuamos el viaje. Después de unas cuatro horas de marcha, empezó a anochecer y buscamos un sitio para pasar la noche. Encontramos una cueva que nos pareció ideal: estaba semioculta por la vegetación y era bastante amplia. Como todos estábamos muy cansados, nadie montó guardia, pero encendimos una hoguera en la entrada para ahuyentar a las bestias.
La mañana siguiente tomamos un desayuno ligero y nos pusimos en marcha de nuevo. Varias horas más tarde, llegamos al campamento de los trolls. Habían construido vastas cabañas de barro y hojas alrededor de una más grande y rodeada de cabezas de elfos ensartadas en picas de madera. Aterrorizados, corrimos a escondernos, pues no queríamos correr la misma suerte que esos pobres elfos. De repente, una fuerza monstruosa nos levantó del suelo y cuando giramos la cabeza, vimos que los habitantes de ese lugar nos habían descubierto. Cuatro trolls nos miraron burlonamente, nos depositaron en el suelo y nos condujeron hasta la cabaña más grande.
Dentro estaba el jefe troll. Era enorme, estaba muy sucio y tenía una gran cicatriz que deformaba su rostro convirtiéndolo en una máscara grotesca. Vestía un mugriento taparrabos y pinturas de guerra de color rojo le cubrían el pecho desnudo. Nos miró despectivamente y dijo algo que no entendimos. Al ver nuestra cara de pasmo, gritó algo a uno de los otros trolls. Éste se fue corriendo y volvió al cabo de unos minutos llevando a un elfo encadenado y asustado. El jefe empezó a hablar en un lenguaje desconocido para nosotros, mientras el elfo lo traducía. Nos preguntó:
-¿Qué hacéis aquí, mocosos?
Jack respondió:
-¿Y a ti que te importa?
El elfo lo tradujo y el troll rugió enfurecido.
Los otros trolls se apresuraron a irse despavoridos, menos uno, al que el jefe le ordenó algo. El troll nos condujo a unas jaulas.
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Los cuatro Elegidos
FantasiCuatro chicos descubren que poseen los poderes de los cuatro elementos principales: tierra, agua, aire y fuego; y que deben usarlos para derrotar a las fuerzas del Mal que controlan el mundo del que provienen. Reservados todos los derechos. Queda ri...