Capítulo XXX: Comparación

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Me despertaron los cuchicheos de Jack y Aiawiae. Estaban sentados en el suelo y miraban a Charlie y Elisabeth que seguían dormidos juntos. Me acerqué a ellos y pregunté:

-¿Qué vamos a desayunar?

-Comeremos poco, ya que en nada se nos van a acabar los víveres-contestó mi hermano.

-¿Y qué haremos?-inquirió Jack.

-Tendremos que cazar o pescar-respondió.

Desayunamos en silencio, mientras los otros dormían. Cuando terminamos, me ofrecí a despertarlos. Caminé hasta ellos y zarandeé a Charlie suavemente, mientras hacía lo mismo con Elisabeth, con más fuerza.

-Vamos, tortolitos, tendréis que comer el desayuno por el camino-dije.

Ambos me miraron con cara de sueño y se estiraron. Mientras ellos terminaban de despertarse, los demás recogimos el campamento, cogimos nuestras mochilas y nos pusimos en pie. Cuando terminaron, empezamos a andar a la vez que Charlie y Elisabeth desayunaban.

Caminamos durante siete días más. A finales de la semana, se nos acabaron las provisiones y tuvimos que aprender a buscar comida. Nos repartíamos las tareas: dos cazaban, otros dos recolectaban fruta y el que quedaba pescaba. Utilizábamos un arco, flechas y un arpón que habían hecho Charlie y mi hermano. Yo prefería recolectar fruta, porque me gustan mucho los animales y no podría soportar matar a uno. Normalmente, me acompañaba Aiawiae, mientras Elisabeth y Charlie cazaban y Jack pescaba. Creo que la parejita, que se había unido mucho, hacía de todo menos cazar. Nunca traían nada, excepto una vez que llevaron de vuelta un conejo, probablemente porque se les puso delante de las narices mientras se besuqueaban, o lo que fuera que hicieran cuando estaban solos.

Finalmente, a principios de la segunda semana, divisamos la frontera entre Aereia e Hipogrifia. Hasta el momento solo habíamos tenido un percance, pero, ahora que nos adentrábamos en territorio enemigo, no sabíamos qué esperar.

A simple vista, no parecía que nada hubiese cambiado, pero a medida que nos alejábamos de la frontera, todo se volvía más silencioso y lúgubre. No había animales y tampoco hacía aire. Era como si no hubiera vida en absoluto. Teníamos la misma sensación que tuvimos cuando llegamos a Elementium y veíamos como cambiaba abruptamente el paisaje. Habíamos cambiado tanto desde aquel momento...

Yo misma estaba más segura de mí misma y había descubierto que no estaba tan indefensa como creía. Ya habíamos recuperado dos piedras y estábamos de camino a recuperar otra. Había pasado por muchas cosas: miedo, dolor, furia... Pero eso solo me había hecho más fuerte.

Mis compañeros también habían cambiado. Elisabeth no era tan quisquillosa como antes y era soportable en cierta medida. Charlie también se había vuelto más seguro de sí mismo. Y Jack ya no era tan bromista e infantil como antes, había madurado. La pregunta era si eso era mejor o peor. Suponía que el tiempo lo diría.


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