Los días pasaron. Ya no sabía cuántos días llevábamos en Elementium y, sinceramente, tampoco echaba de menos nada en la Tierra, ni siquiera a mis padres. Estaba segura de que mis compañeros sí añoraban a su familia y querían volver a casa, pero yo esperaba poder quedarme mucho tiempo allí. Navegamos por el océano durante bastante tiempo, siguiendo una misma rutina: despertarnos, desayunar, comer, cenar y acostarnos. Yo apenas hablaba con alguien, pero los demás sí lo hacían. De hecho, era todo lo que hacían: hablar, comer y dormir.
Un día, oí que Siebh decía:
-Nos estamos acercando a la frontera entre Sirenia y Ninfia.
Lo dijo en un tono triste, que me hizo pensar que había algo más que no sabíamos.
Al cabo de unas horas, justo antes de que el sol se pusiera del todo, la vimos. Había un punto en el que las aguas de Sirenia, de color azul oscuro, se juntaban con las de Ninfia, de color azul turquesa. Todos nos pusimos muy contentos, menos Siebh. La verdad es que podía entender que no quisiera separarse de Elisabeth, pues se habían hecho muy amigas, pero presentía que pasaba algo más.
Mis sospechas no hicieron más que confirmarse cuando cinco figuras salieron del agua moviendo las manos para conjurar un maremoto. Nos quedamos mirándolas sin comprender hasta que vi que Siebh se alejaba discretamente.
-¡Traidora!-grité a la vez que me lanzaba al agua en su persecución.
Elisabeth también empezó a mover las manos para hacer algo que detuviera lo que fuera que iban a hacer las sirenas. Jack y Charlie permanecieron impotentes. Ninguno de sus poderes funcionaría. Los míos tampoco, pero no me importaba. Siebh se había ganado la confianza de todos, la mía no, y nos había traicionado. Además, había herido a Elisabeth, que me había salvado la vida. No podía dejar que saliera impune.
No sé cómo lo hice, pero conseguí atraparla y empecé a zarandearla violentamente y a intentar ahogarla. Le di unos cuantos puñetazos y ella no se resistió, lo que me hizo pensar que estaba arrepentida de habernos vendido. No me importaba.
Charlie y Jack se percataron de lo que estaba haciendo y vinieron nadando y me separaron de ella.
-Gwendolyn, yo también estoy enfadado, pero no es necesario que la mates-razonó Jack.
Mientras tanto, Elisabeth estaba creando un pequeño maremoto con el que intentaba hacer frente al de las sirenas. Charlie la animó, porque estaba en clara desventaja:
-¡Vamos, Elisabeth, tú puedes!
Era obvio que iba a perder y gritó:
-¡Si venís, puedo usar vuestra fuerza para derrotarlos!
Eso hicimos. Nos acercamos a ella y nos dimos la mano. Se concentró cerrando los ojos e hizo un gran esfuerzo combinando nuestras fuerzas. Yo notaba como iba quedándome sin energía, pero, poco a poco, consiguió sobrepasar el otro maremoto. Finalmente, haciendo un esfuerzo titánico, logró destruirlo. Las sirenas, derrotadas, se sumergieron y Siebh, que durante la lucha había permanecido apartada, echó una última mirada triste en nuestra dirección y se metió bajo el agua también.
Los cuatro nos soltamos las manos, exhaustos, subimos a la balsa y dormimos.
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Los cuatro Elegidos
FantasyCuatro chicos descubren que poseen los poderes de los cuatro elementos principales: tierra, agua, aire y fuego; y que deben usarlos para derrotar a las fuerzas del Mal que controlan el mundo del que provienen. Reservados todos los derechos. Queda ri...