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En aquella casa colorida habitaba un matrimonio con su pequeño hijo, un niño lleno de alegría, un niño que amaba a sus padres.

El matrimonio no estaba pasando por su mejor momento desde que el señor Kim había perdido su trabajo y debido a sus pocos estudios nadie lo llamaba para otra oferta.
Por su parte, la señora Kim, trabajaba en cualquier trabajo que podía mientras su marido se negaba a trabajar en sitios indignos a su parecer.

Los días iban pasando y con ello las peleas se hacían más frecuentes, siendo la mayoría delante de su hijo de seis años el cuál no lograba entender lo que sucedía.

Las deudas comenzaron a aparecer, mientras que el señor Kim comenzó a no mostrarse en el hogar durante días o volver a altas horas de la madrugada, preocupando a su familia.

Taehyung, el pequeño niño del matrimonio, se dió cuenta del problema económico que tenían sus padres, por lo que una tarde salió de su casa junto a su vecina y le pidió su ayuda para recoger la mayor cantidad de piedras que se encontrarán.
Cuándo regreso a su casa estuvo pintando las piedras con diferentes diseños o formas, pero siempre solía pintar un osito.

Al día siguiente de que eso ocurriera el menor fue por las calles intentando vender sus piedras para ayudar a su familia, logrando vender cada una de ellas y obtener cierto dinero, pero ya era tarde.

Entró a su casa transmitiendo la felicidad que tanto le caracterizaba para encontrarse en ese momento a su madre llorando en el suelo y con múltiples golpes en todo su cuerpo.
El rubio, preocupado, le preguntó que había pasado pero ella solo le dijo que habían entrado a robar y que no debía preocuparse porque no lo habían conseguido al ser su madre muy fuerte, cuando en realidad había sido su marido el causante de sus golpes.

Ese día el pequeño Taehyung le entrego el dinero que había conseguido orgulloso a su madre, dinero que tiempo después desaparecería siendo utilizado y gastado en la consumición de estupefacientes.

Un secreto que no sería desvelado hasta mucho tiempo después, cuando el Taehyung de dieciséis años vería a su padre llegar ebrio a su casa noche tras noche.

El menor nunca fue consciente del infierno que vivía su madre hasta que su padre le arrastró a este.

Una madrugada, cansada y sin fuerzas la señora Kim abandonaría la vivienda familiar dejándole antes una nota a su hijo para que no se preocupara por ella, diciéndole que volvería a por él y que sentía ser tan cobarde por salir huyendo y dejarlo con ese monstruo.

Palabras que Taehyung no comprendía al tener en ese momento doce años, pero desde ese día el pequeño no volvió a saber nada de su madre y cada que intentaba preguntarle a su padre por ella acababa en una discusión.

El señor Kim, abandonado por su mujer y teniendo que hacerse cargo de un hijo comenzó con las ventas de drogas, de esa forma conseguía gran cantidad de dinero sin hacer mucho trabajo, aunque cuando su hijo cumplió los dieciséis le obligó a buscar un trabajo y a trabajar por él.

Su madre no se había equivocado al llamarlo un monstruo, porqué era el mismísimo rey del infierno, pero Taehyung tenía una venda en sus ojos que ocultaba las atrocidades que hacía su progenitor.

El menor nunca fue consciente de todas esas veces que su padre había pegado a su madre, había intentado aprovecharse de cualquier mujer de la calle o todo el dinero que había gastado por un poco de placer.

Y realmente Taehyung debía agradecer haber nacido un hombre, porqué las perversiones que tenía ese ser humano en su cerebro eran tantas que hasta había pensando en vender cualquier órgano de su hijo con tal de conseguir dinero.

Nunca se sabría si el hijo de esa familia solo deseaba negar lo evidente o si en realidad nunca fue consciente de cómo era su padre, de que este no lo quería, pero el pequeño niño encerrado en el cuerpo de un adolescente solo podía recordar esos momentos donde su padre y su madre eran felices o al menos aparentaban serlo.

Taehyung hizo todo lo que el señor Kim le dijo con tal de que este estuviera orgulloso del hijo que tenía, porqué el rubio necesitaba saber que para su padre era suficiente, que su padre estaba orgulloso de él, aunque nunca lo hubiera conseguido.

En aquella casa colorida  no habitaba un matrimonio con su pequeño hijo, en esa casa colorida habitaba Satanás y dos pobres ángeles con un mal destino.

Uno de esos ángeles consiguió huir del infierno y regresar al cielo, pero el otro, sin embargo, no tuvo la misma suerte porqué Satanás aprendió de sus errores y esta vez había metido al pobre ángel en una jaula de la que no podría liberarse.

Ese ángel aún veía al demonio enfrente suya cómo otro de los suyos y pensaba que estaba habitando en el cielo, porque nunca había conocido en realidad algo diferente, nunca tuvo el trato que merecía y mientras continuase en ese infierno seguiría sin recibirlo.

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