|Tres|

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El frío del viento soplaba en sus rostros, sus corazones acelerándose por cada movimiento y la felicidad que nunca habían sentido antes estaba a flote. Los dioses eran los únicos testigos de su amor, los que los unió en sangre y amor, convirtiéndoles en una persona para toda la eternidad.

El movimiento de Caraxyz era rápido, a los lomos del dragón estaban dirigiendose nuevamente hacia rocadragón, ya no sólo como hermanos, ahora como esposos, como una sola persona, como un solo amor y como una sola llama de su sangre. Se casaron en pentos Maegor y Maerys eran uno solo por la eternidad, siendo Targaryen, como hijos del dragón estaban destinados a amarse, en la muerte, en la oscuridad y en la luz. Si eso no es amor, ellos no existen. Maegor y Maerys no eran dos personas separadas, sino dos partes de un todo. Su amor era tan poderoso y tan profundo, que era como si compartieran un mismo alma. Y así, aunque los signos estaban en su contra, podían alcanzar la perfección eterna y la fusión total, en la luz o en la oscuridad. Era un amor como ningún otro.

Sus sentimientos eran tan fuertes, que solo los dioses eran capaces de registrar la profundidad de su amor. Aunque todos podían ver su afinidad, solo los dioses sabían cómo se extendería a través del tiempo, sobreviviendo a todas las pruebas y tribulaciones. Su amor era sagrado y divino.

-Hermano... Esposo-susurró Maerys detrás de Maegor, el viento rozaba su rostro, frío y cálido a la vez-hermano...

-¿Dime? -preguntó Maegor, su hermana esposa le sujetaba su cintura-¿que sucede?

«Tengo miedo, tengo mucho miedo, soñe que nos separaban-pensó Maerys-no hay que volver »

-Nada-finalizó.

A lo lejos se veía rocadragón, la vista espléndida del sol saliendo y de su hogar, sin saber que la tormenta estaba por empezar. Entonces tocaron la arena de su hogar, entrelazando sus manos y demostrando que su unión era eterno como las llames de su sangre. Maegor se percató que algo no estaba bien, los guardianes los miraban pero bajaban la mirada rápidamente, incluso algunos criadas estaban llorando, su hermana esposa se aferraba en sus manos, aun más fuerte.

Al llegar unos hombres agarraron a Maerys y lo despejaron de él, la reina Visenya en la sala principal corrió en los brazos de su hijo con el rostro de preocupación, lo abrazó como nunca. Maerys no entendía la situación, no entendía por que dos guardias estaban sujetandola, y vio a su hermano que tampoco sabia lo que estaba sucediendo, era como si la llama se hubiera apagado por el hielo de la tormenta, la oscuridad y el frío eran uno solo.

-Suelten a mí hija -dijo la reina Visenya con autoridad-no la toquen, ella odia ser tocada por otros.

Los dos Guardias se miraron, pero la mirada de la reina Visenya era de temer, causaba miedo y terror, hicieron caso a su palabra sin cuestionar nada. Maerys corrió a los brazos de su madre, se refugió en su cálido abrazo y en la de su hermano. No entendía nada, los dos no entendían nada, pero Maegor sabia que era algo grave, porque los ojos de su madre reflejaban todo.

-¿Madre... que sucede? -preguntó con timidez Maerys, vio a los guardias y no entendía que hacían aquí, ella sabia que eran los guardias reales, de desembarco del rey-¿por qué ellos están aquí?

Maegor hizo un gesto de agarrarle la mano, mientras que la reina Visenya los abrazaba a ambos.

-Nada, todo está bien mi pequeña, es un asunto que tu madre debe resolver -respondió Visenya con tranquilidad, para no preocupar a su dulce hija -ve en tus aposentos, ve a jugar ¿confias en mí? -la princesa Maerys asintió con una sonrisa-entonces ve a tus aposentos.

-Reina, el rey...-intervino un Guardia

Pero sus palabras fueron interrumpidas por Visenya.

-Yo soy la reina, mi palabra es como la de un rey.

THE INNOCENCE +18 | Maegor Targaryen|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora