Capítulo: I

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Capítulo: I

La princesa Zelda odiaba las mañanas.

No la malentiendan, no era de esas personas que odiaban las mañanas porque había que levantarse temprano y eso, las odiaba por el hecho de ir al salón real a desayunar.

Salió de la ducha ya con su uniforme puesto, que consistía en una falda gris que le causaba picazón junto con leotardos azul marino que le incomodaban, una camisa polo azul celeste y una chaqueta azul marino que le daba picazón. Salió de su habitación a paso ligero y no tardó en llegar al comedor real donde se encontró a su padre el rey tomando café mientras leía su periódico y a su madrastra comiendo en silencio.

Zelda suspiró y se sentó lo más lejos que pudo de aquella mujer, puesto que su presencia la ponía aparte de incómoda, histérica.

-Buenos días, Zelda.-dijo el rey levantando la vista del periódico y re acomodándose sus lentes.

-Buenos días.-murmuró la princesa mientras los sirvientes colocaban un plato de tostadas con jugo de naranja en frente de ella.

El rey Rhoam Bosphoramus era un hombre de unos cincuenta años un poco corpulento para su edad. Tenía barba y bigote blanco y su cabello corto blanco también debido a las canas. Tenía unas cuantas arrugas en la frente y por los ojos y sus manos eran el doble de grande de las princesas.

La princesa Zelda, una joven que acababa de cumplir hacía una semana diecisiete años, era más parecida a su difunta madre. Tenía el pelo rubio al igual que ella y esos ojos verde esmeralda. Sin embargo, había heredado las gruesas cejas de su padre haciendo que por las tontas "modas" y cánones de belleza se avergonzase un poco de ellas.

Mientras tanto, Cya De Loughrey era una ex súper modelo de unos veintidós años. Era una mujer con cabello platinado natural corto. Tenía una tez bronceada pues iba cada semana a sesiones de bronceado carísimas. Sus ojos eran de un color fucsia oscuro que parecían poder ver a través de tu alma. Su madrastra solía usar ropa muy escotada pues alegaba que tenía que lucir las "dos bendiciones" con las que las Diosas la habían premiado, algo muy tonto para Zelda a decir verdad.

-¿Cómo dormiste hoy princesa?-preguntó la reina con una falsa sonrisa, a lo cual no recibió comentario por parte de su hijastra.

-¡Zelda!-exclamó el rey furioso.-¡Contéstale a tu madre!

Zelda estaba cansada de la misma situación cada mañana. Normalmente ella pedía perdón pero ese día no había dormido bien por culpa de las pesadillas y lo último que necesitaba era que la molestasen más.

-No es mi madre.-dijo Zelda furiosa mientras se levantaba de la mesa.

La reina miró ofendida a su marido mientras éste gritaba el nombre de su hija, a lo que no recibía ninguna respuesta.

Zelda al llegar a su cuarto la cerró de un portazo para luego tirarse a la cama. ¿Qué fue lo que había pasado con su vida? Su madre murió cuando ella tenía diez años en un accidente automovilístico y eso la había dejado destrozada. A pesar de eso, supo superar la muerte de su madre y siguió su ejemplo para convertirse en una mujer fuerte y querida por todos los medios de comunicación, sus súbditos y por marcar la diferencia como alguien que puede.

Siempre creyó que su padre se quedaría viudo, pero enorme fue su sorpresa cuando hace un año él dijo que se casaría nuevamente. Zelda estaba en shock y aún más cuando conoció a su futura madrastra. Aquella súper modelo de veintidós años podría ser la hija de su padre cincuentón pero parecía que a nadie le importaba eso, incluso viendo a leguas que la mujer solo quería el dinero.

The Legend of Zelda: The Lost Legend (ZeLink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora