Capítulo 2

22.4K 2.5K 29
                                    

En Japón, Elsa me puso en contacto con una mujer de rasgos asiáticos, que se convirtió en mi mentora los 22 días que permanecía allí. No fueron seguidos, ya que primero preparé los protocolos de ensamblaje, y dejé lista la cadena de montaje. Después viajé a corea, donde contacté con todos nuestros proveedores, y verifiqué todos los requisitos de los productos. Después regresé a Japón, donde supervisé el proceso de montaje y verificación del equipo. Esos días en Japón fueron sumamente productivos, tanto por la calidad de la profesora, como por la capacidad y ganas de la alumna, todo hay que decirlo.

Cuando llegó el día de regreso a MediTech en Sydney, mis entrañas rugían como si fueran hienas salvajes, aunque mi imagen exterior mostrase una confianza y tranquilidad que había aprendido a crear. La verdad, era otra persona, por dentro y sobre todo por fuera. Si me encontrara ahora con mi familia, hasta mi madre tardaría un buen rato en reconocerme.

Bueno, aquí estaba. Tomé y solté aire dos segundos antes de atravesar las puertas automáticas del vestíbulo. Relájate Odi, me decía a mí misma. Esto lo has hecho un millón de veces.

- Buenos días, Eduard.-

El aludido levantó la vista del monitor de seguridad, no pudiendo ocultar su desconcierto.

- Buenos días.-

Noté su mirada mientras extendía mi credencial sobre el lector junto a las barras de seguridad. La luz verde precedió a la apertura de las barras niqueladas, y mis tacones de 8 centímetros resonaron por todo el pasillo hasta los ascensores. Me moría de ganas de llegar hasta mi taquilla, y colocarme mis mocasines de laboratorio, pero no podía hacerlo, no todavía. Tenía que entregar mi informe detallado, sobre el plan de trabajo en las plantas de fabricación. Y debía hacerlo con la seguridad de siempre, pero con mi nuevo aspecto. ¿Me estarían ya esperando para la reunión?. Probablemente no, llegaba con 20 minutos de adelanto.

Caminé a mi despacho, preparé con calma la información, e imprimí una copia y guardé los archivos en mi equipo. Activé las claves y salí camino de la sala de reuniones.

Café. El delicioso olor me arrastró hacia aquella habitación como un imán. No era la primera vez que estaba allí, pero tampoco es que estuviesen acostumbrados a verme por allí los de aquella planta. Y cuando lo hacía, siempre era con aquella bata de laboratorio que nos identificaba a los técnicos. En la identificación, ni se fijaban. A aquellas horas, ya había algunas personas satisfaciendo su necesidad de cafeína pre-inicio de la jornada laboral. Algunos administrativos y asistentes, hombres y mujeres, todos con traje formal. Pero esta vez su actitud al verme fue diferente, lo noté.

- Buenos días.-

Casi todos respondieron, la mayoría intrigados, algunos curiosos, y por primera vez en mi vida, algunos interesados. Síiiiiiiiiiii, aquello iba bien. Con una sonrisa en la cara, me acerqué a la máquina de café y vertí el dulce néctar en un vaso, luego me acerqué al dispensador para tomar el azúcar y crema que lo dejarían a mi gusto.

- Buenos días.-

Aquella voz... mi cuerpo se sacudió con un escalofrío. Había llegado el momento.

Noté su presencia a mi derecha, el raspado de la jarra de café cuando la alzó y vertió parte de su contenido en un vaso.

- Buenos días.-

Abría jurado que noté sus ojos arrastrarse por la tela de mi vestido, acariciando con apreciación.

- Buenos días.-

Me giré para responderle, porque era lo correcto, y porque quería ver su rostro, descubrir en su cara el reconocimiento del cambio sufrido. Pero no. Aquel rostro era el que ya había visto antes, pero nunca dirigido a mí. Me estaba sonriendo, pero sus ojos tenían aquella expresión de depredador, que harían mojar las bragas de cualquier mujer de aquel edificio. Miré hacia el resto de hombres de la sala, y su expresión me confundió al principio. ¿Resignación, derrota?. ¡Oh, Jesus!, pensaban que el gran depredador había aparecido y les había levantado la presa. Pero él no actuaba así, Donovan nunca se mostraría así de directo conmigo, él no.... A no ser ¡Mierda!, no me había reconocido.

Tuve que salir de allí, así que me giré, sorbiendo mi café, y con el dosier frente a mi pecho, salí de la sala. Cuando estuve bien lejos, me atreví a girarme, y allí seguía él. Con sus ojos taladrándome y aquella sonrisa sexy en su cara. Así que con toda la celeridad que podían darme aquellos kilométricos tacones, volé hacia la sala de reuniones.

Una nueva cazadora 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora