- ¿Estás segura?.-
- Hazme caso, es el momento.-
Cuando Elsa se ponía en ese plan, ¿qué podía hacer yo?, pues obedecer. Ella era la que sabía. Bien, si ella decía que tenía que meter la directa, pues adelante. Esta noche, Donovan iba a descubrir que la chica inexperta, no era una profana en la materia. Esto de ser lista tenía sus ventajas, y una de ellas, era que podía aprender cualquier cosa. En esta vida, todo depende de la motivación. Y vaya si yo estaba motivada. ¿Atar a ese dios a mi cama?, era posible. Pero Elsa quería más que eso, quería que le diera una buena probada a mi "mercancía", y que lo dejara libre, porque según ella, iba a estar en mi puerta esperando a que abriera para saltar dentro. Como dice mi hermano, puede haber muchos bizcochos, pero ninguno mejor que el de la abuela. Eso es lo que le iba a dar yo a Donovan, una rebanadita del bizcocho de la abuela, y luego le dejaré delante de la pastelería de la esquina. ¿Sí entra en el establecimiento y compra?, no volverá a comer de este bizcocho. Si pasa de largo, oh, señor, esta abuela, le dará bizcocho cada vez que quiera.
- En ese caso, tendré que ponerme el traje de guerra.-
- Me he adelantado a eso.-
Elsa sacó una pequeña bolsa de debajo de la mesa. El anagrama de Pleasurements estaba totalmente claro. Tuve que mirar dentro, y cuando lo hice, no pude evitar meter mis dedos dentro. La suave seda color rosa palo se deslizó entre mis dedos. El tacto dulce y satinado erizó los pelos de mi nuca. Al ver el diseño de la parte superior, sentí la anticipación de lo que me depararía esa noche. Alcé una de mis cejas y devolví la mirada hacia Elsa.
- ¿Un corsé?.-
- Ya me lo agradecerás.-
- Si consigo lo que dices, te entregaré a mi primogénito.-
Elsa soltó una sonora carcajada, haciendo que el camarero girara la cabeza hacia nosotras. Nuestra mesa ya estaba en su punto de mira, pero hasta el momento, había disimulado su total atención.
- Pequeña, si lo haces bien, te regalaré una correa para que lo pasees.-
- No quiero lucirlo. Solo quiero que babee por mis huesitos.-
- Cuenta con ello.-
Donovan
- Todavía no ha vuelto.-
Tenía otra vez a ese pesado de Sanders respirando sobre mi hombro. ¿Es que el tipo no tenía vida propia?. Vigilaba a su jefa como un perro guardián. Y sabía que me miraba como si fuese a robarle su tesoro. Pues entérate, pringado, ya lo he hecho. Me he acostado con ella, y esta noche voy a volver a hacerlo, y mañana, y el día siguiente, y el otro. No pienso soltarla hasta que me canse, y no veo que eso vaya a pasar pronto, ni nunca. Y si tengo que mearte encima para marcar territorio, pues lo hago, me importa tres narices.
- ¿Donovan?.-
Su voz venía del final del pasillo, y no estaba sola. Esa otra chica, la mujer del jugador de rugby, iba con ella. ¿Así que esa era su cita para almorzar?, bien, así no tenía que mearle a nadie encima.
- Hola, Odi. Te estaba buscando.-
- Tú dirás.-
- Entremos en tu despacho.-
Ni de coña iba a ponerme todo ñoño y meloso delante de toda esa gente. Tenía una imagen que mantener.
- Bueno, el trabajo te reclama. Me voy, pero ya me dirás si te vienen bien.-
- Oh, sí claro. Te llamo pronto.-
¿Qué era esa bolsa que escondía detrás de ella?. Sí, soy curioso, pero soy un hombre, y si una mujer lleva una bolsa de tamaño medio, con un anagrama como aquel impreso, tenía que saber de qué se trataba, porque el soldadito de mis pantalones ya estaba en alerta máxima. Se dieron un par de besos y la otra mujer se fue.
- ¿Entramos?.-
- Odi, tenemos que revisar los datos de esta mañana.-
- Atenderé a Donovan y enseguida estoy condigo, Sanders.-
Eso, así me gusta, mi chica dura. A poner a ese toca pelotas entrometido en su lugar. Los niños grandes pasamos primero.
- ¿Tú dirás?.-
- Al final, esta mañana no quedamos en nada en concreto. Quería llevarte a cenar y después...-
- Pues, no sé tú, pero yo estoy agotada. ¿Qué te parece si pedimos comida para llevar y cenamos tranquilamente en mi casa?.-
¿Llevarla a casa y tomarnos el postre allí?, joder, sí. Así no tenía que mirar el reloj continuamente en el restaurante. Además, no tenía hecha ninguna reserva. Aunque, si hubiese dicho que sí a lo de salir fuera, habría movido cielo y tierra para conseguir llevarla donde quisiera. Soy un flojo, lo sé, pero solo con ella.
- Suena bien.-
- ¿Qué estás mirando?.-
Pillado. Esto de estirar el cuello, para ver la bolsita que está detrás de su escritorio, llega un momento que se nota.
- Estoy intrigado. ¿Qué tienes ahí?.-
- Ah, ¿esto?.-
¿Puede uno dejar de respirar por un golpe directo al estómago?, sí, definitivamente. ¿Aunque no haya puño alguno implicado?, soy la prueba viviente. ¿Pleasurements, en serio?. ¡Joder!, tenía que ver lo que había dentro.
- Me da igual lo que sea, pero prométeme que te lo veré puesto esta noche.-
Ella entrecierra los ojos, y me regala esa sonrisa maliciosa que me tiene moviéndome en mi asiento, intentando colocar al pequeño Van. Me va a matar, juro que yo no llego a mañana. Si no me da un infarto cuando la vea puesto con... lo que sea que esté allí dentro, me da un ataque de ansiedad por estar pensando en ello toda la tarde.
- En cuanto salgas por esa puerta, voy a ir al baño y ponérmelo. ¿Te parece bien?.-
¿Hacía calor allí dentro?, seguro que el termostato estaba estropeado. Debía hacer como 50 grados en ese despacho.
- Vas a acabar conmigo.-
- Esta noche, Van, esta noche.-
Es una promesa. Y es lo único que me mantiene cuerdo toda la puñetera tarde. El saber que cuando salga por la puerta, voy a ir a su casa, y voy a arrancarle la ropa, y ver lo que llevará debajo. ¡Mierda!, solo de pensar que lo llevará puesto, me va a tener duro como nunca. Un infarto o ataque de bolas azules. Esta mujer va a acabar conmigo.
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Una nueva cazadora 3
RomanceOdi lo tiene todo; inteligencia, un trabajo que la gusta, un buen sueldo, y el respeto y admiración de sus compañeros. Bueno, casi todo. Le falta él, Donovan. Ella es inteligente, demasiado, y aún así, no puede alcanzarlo, hasta que aparece un "Hada...